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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Harto satisfecho me juzgaré si me perdona la frescura con que he sacado á relucir, de golpe y porrazo, el que él sacudió en la calle de la Blanca sobre su cacofónico adversario, que ya no existe, razón por la cual no solicito también su indulgencia.

De súbito sin que el P. Jacinto, ni nadie, se lo inspirase, había cambiado de propósito y se hallaba resuelta á ser monja. Harto se comprende que para las creencias del Comendador esta resolución era funesta; pero en virtud de esta resolución era casi seguro que D. Casimiro sería despedido. Iba á eliminarse un obstáculo; iba á descartarse un adversario.

Su padre aceptaba con gestos de tristeza las noticias de ciertos amigos que se imaginaban halagar su vanidad haciéndole el relato de encuentros caballerescos en los que su primogénito rasgaba siempre la piel del adversario. El pintor entendía más de esgrima que de su arte.

Al verlo el viejo, se abalanzó sobre Roger y rodeándole fuertemente la cintura con ambos brazos, gritó al otro que apuñaleara á su enemigo por la espalda. Acercóse el negro, recogió su arma y Roger creyó llegada su última hora, si bien no dejó de hacer vigorosos esfuerzos para derribar á su adversario, cuya garganta apretaba con furia mientras forcejeaban ambos de uno á otro lado del camino.

Después de fijar con una rama el sitio de cada adversario, se hizo atrás, contemplando el terreno como un artista que abarca su obra en conjunto. Resultaba algo desigual. Uno de los dos iba a quedar muy en alto, con el vientre casi al nivel de la cabeza de su contrincante. Pero había de conformarse con los defectos del terreno: las circunstancias no permitían gran minuciosidad en los preparativos.

Para apartarlo del camino de su salvación, se le presenta Satanás en figura de un caballero, é intenta disipar sus dudas acerca de la verdad de las creencias gentílicas. El seductor cede á los razonamientos victoriosos de Cipriano, y forma entonces el plan de pervertir á su adversario por medio de goces sensuales.

Llega al campamento enemigo el infante Don Enrique, huyendo de Portugal, en ninguna de cuyas poblaciones lo han querido recibir por ser adversario del rey de Castilla; su plan es pasarse al partido de los moros para tomar venganza de su hermano.

Recordó muchas novelas en las que el lector suspira de satisfacción al ver que el héroe, simpático y modesto, puesto en peligro de morir por el «traidor» de la obra, más fuerte y malo que él, no sólo salva su vida, sino que además mata por una feliz casualidad á su adversario, con lo que se demuestra la existencia de algo superior y equitativo que las más de las veces parece que duerme, pero en ciertos momentos despierta, dando á cada uno su merecido.

Terrible es el combate, que suscitan en el pecho de Rodrigo tan opuestos deberes: por una parte, su palabra de caballero, dada á la Duquesa; por otra, la deuda contraída con su adversario, dos veces salvador de su vida; la amistad que los une, y el amor apasionado que profesa á su hermana.

No; escucha al adversario que impugna su obra magna, su testamento político, ese «bill de Irlanda» con él que ha querido contrarrestar el torrente enriquecido por tres siglos de dolores y amarguras, el bill con que quiere modificar en un día un régimen petrificado ya, como el generoso Turgot quería modificar el antiguo régimen en Francia, con sus «asambleas provinciales»... De pronto, un estremecimiento agita su cuerpo; levanta la cabeza, mira a todos lados, y al fin, inclina el cuerpo, para ponerse rápidamente de pie, así que el impugnador haya concluido.

Palabra del Dia

hociquea

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