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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Pipa, que no se parecía en nada á las eminencias de nuestra esclarecida sociedad, lejos de sofocar aquella naciente inteligencia, soltó la presa que tenía agarrada y se dispuso, después de mirar á los suyos, á prestarle toda la influencia de su posición. Sígueme le dijo con ademán solemne. ¿Aónde? Á pulir la estopa. ¿Tienes más? ¡Tengo un escoplo, de mistó!
Por eso no quede dijo la otra en ademán trágico de aficionado casero: nosotras somos ricas; y por el bien y por la honra de Villavieja, daremos hasta las enaguas. Maravillas la estrechó la mano en silencio, y se largó prometiendo que El Fénix Villavejano no se haría esperar mucho.
Apenas Roberto hubo pasado la puerta de la ciudad, notó que a su paso la gente lo trataba de manera enteramente singular. Los unos lo evitaban, los otros levantaban su gorra con ademán torpe, y tan pronto como podían, decentemente, se alejaban de él.
Soledad alzó los hombros con ademán displicente y dijo: Allá tú. Velázquez se sintió cada vez más turbado. Una tristeza profunda iba entrando poco á poco en su pecho. La que él imaginaba pequeña barrera fácil de saltar se trasformaba en alta, inaccesible muralla. Entonces halló en su alma palabras sumisas y fervorosas que ofreció en holocausto á aquella diosa irritada.
Sea de esto lo que se quiera, lo que nos importa añadir aquí es que el aspecto, ademán y entono de donna Olimpia estaban llenos de reposada majestad. De sus años no sabemos qué decir. Como las deidades mitológicas, como los seres inmortales, su edad era problemática; era casi un misterio. Se diría, no obstante, que aquel astro culminaba entonces en el meridiano de su belleza y de su gloria.
Una exclamación de entusiasmo acogió la abnegación del héroe, y el rector, extendiendo la mano con ademán imponente, dijo muy grave: Usted, señor abogado de causas perdidas, se irá al campo ahora mismo... y esos siete señores se quitarán al momento de mi vista...
Entonces ya la niña, comprendiendo, y descolorida y turbada, le asió de la manga de la americana, exclamando: ¿Pero qué... cómo? ¿Qué quiere decir eso del tren? Lo natural, señora pronunció con su ademán cansado el viajero . Que sigo mi ruta; que voy a París. ¡Y me deja usted así... sola! ¡Sola aquí, en Francia! gimió Lucía con el mayor desconsuelo del mundo.
Le dije lo que ocurría, y me contestó con un ademán y un gesto que, a mi entender, significaba: «no está de más». »Ahogándome el llanto, le pregunté muy por lo bajo: » Pero ¿qué es lo que la mata? »¡Como si yo no lo presumiera! »Tampoco respondió derechamente a esta pregunta. Se sentó, y quiso que me sentara yo a su lado.
¡Haré lo que quiera! gritaba, complaciéndose en escuchar su propia voz entre el fragor de la tempestad . ¡Ni muertos ni vivos mandan en mí!... ¡Toma!... ¡para mis nobles ascendientes!... ¡Toma!... ¡para mis antiguas ideas, para todos los Febrer!... Repitió varias veces el indecoroso ademán con una alegría de pilluelo.
Caído delante del escritorio, estaba atormentando maquinalmente su cortapapeles de marfil y doblándole como un florete. ¡Clac! En su mano nerviosa, se rompió la hoja de repente con un ruido seco. Este accidente tan ligero puso el colmo a su irritación... Con un brusco ademán, barrió todo lo que se encontraba delante de él, y portaplumas, lápiz y papeles volaron hasta el centro de la pieza.
Palabra del Dia
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