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Actualizado: 25 de junio de 2025
Transitaban constantemente por el camino paisanos armados con escopetas y garrotes, todos muy decididos, y según la muchedumbre de gente que hacia Valdepeñas acudía, en Manzanares y en los pueblos vecinos de Membrilla y la Solana no debían de quedar más que las mujeres y los niños, porque hasta los inútiles viejos acudían a la guerra.
«La Virgen está conmigo» pensaba Ana en el lecho, allá en Loreto, y acababa por llorar, por rezar fervorosamente y sentir sobre su cabeza las caricias de la mano invisible de Dios; pero sobrevenía un ataque nervioso, sentía la congoja de la soledad, de la frialdad ambiente, del abandono sordo y mudo, y entonces las imágenes místicas no acudían. Hacía falta un amparo visible.
A menudo el pan nos faltaba; pero ¡qué días tan felices!» Y acudían a su memoria trozos de antiguas canciones de aquel tiempo. Al acercarse a la peña rojiza, en la que se hallaban gruesos cantos blancos y negros incrustados, y que se inclinaba hacia el precipicio como la bóveda de una inmensa catedral, Luisa y Catalina se detuvieron extasiadas.
Delante del monumento se extendía el espacioso llano, donde después se ha construído la calle de Reyes Católicos, y este lugar era en extremo concurrido por los desocupados y paseantes, que allí acudían á tomar el sol en invierno y á refrescarse en las noches del estío.
Algunas semanas más tarde, este hecho era ya conocido por los porteros de todo el barrio, por los solicitantes que acudían a la oficina, hasta por el agente de policía de servicio en la esquina de la calle. Las señoritas mecanógrafas de las secciones vecinas se asomaban un instante a la puerta para ver al hombre original a quien le gustaban las negras.
Lo que acabó de ponerle mal con El Faro y sus redactores, fué cierta gacetilla en que se censuraba al ayuntamiento y al alcalde con alguna dureza, por el lamentable abandono en que tenían los servicios de policía urbana, y lo poco que trabajaban por hacer agradable la temporada de verano «a los distinguidos escrofulosos que acudían a la playa de Sarrió en busca de salud».
Para guiar las aficiones de su hijo había instalado una iglesia en uno de los salones inútiles del caserón. Los compañeros de colegio de Ulises acudían en las tardes libres, atraídos doblemente por el encanto de «jugar á los curas» y por la merienda generosa que preparaba doña Cristina para dejar satisfecho á todo el clero parroquial.
In mente di en seguida al drama un desarrollo diferente: Ingomar se había traído a Partenia a la montaña, donde tenía un hotel a beneficio de los allemani que acudían allí en número no escaso. Partenia iba bastante cansada y desempeñaba el trabajo sin criados de ningún género. Tenía dos bárbaros, pequeños aún, un niño y una niña; estaba ajada, pero conservaba aún sus trazos bellos.
Acudían de golpe á su memoria hechos olvidados, palabras en las que no había puesto atención, mil insignificancias que parecían removidas por las palabras del doctor. Tal vez estaba éste en lo cierto. Pepita no parecía tomar el amor con el mismo apasionamiento que él. Era un incidente que alegraba su vida dándole nuevos deseos, pero sin llegar á turbarla profundamente.
Lo que cada vez tenía más disgustado á Traga-santos, era el profundo egoísmo y hasta la falta de sentido común con que muchos acudían á la ermita, viendo que, por ejemplo, á un mismo tiempo pedía uno que lloviese á mares y otro que la sequía achicharrase los campos.....
Palabra del Dia
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