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Ya volvía amorosa y anhelante, cuando al dar el primer paso oye en la ribera opuesta el reñir de las espadas. Muley, ya suelto de su prisión, medía furioso su acero con el rival que le había libertado. María atiende, escucha, y ve entre la obscuridad las pálidas centellas de los aceros.

Aceros afilados y agudos, aceros que despedían centellas eran las miradas de ambos. Parecían querer uno y otro penetrar con ellas hasta el alma. El juez y el comisario se vieron obligados a interponerse. ¡Diga usted de dónde viene su certidumbre! intimó el primero. ¡De todo, de todo!

Compiten con sus virtudes 915 Sus gracias y perfecciones. ¿Que tantas persecuciones, Visitas, solicitudes, Celos, desvelos, requiebros, Tengan por premio su olvido, 920 Hasta verme convertido, De Amadís, en Beltenebros? No he visto tales aceros. Conde, no habéis de cansaros; Que el estado de estimaros 925 Ya es principio de quereros.

Los barones están ya cansados de esperarle. EL CONDE. ¿Dónde está, pues, vuestro duque? ¿Acaso la turba de bandidos que, pisoteando el honor caballeresco, se atreve a blandir los aceros en nuestro castillo, pretende reemplazarle? En tal caso, me veré obligado a decirle al emperador: «Son demasiados prometidos para mi hijaVALDEMAR. A vos, conde, os toca decir dónde está el duque.

Pero Dechard no tardó en desasirse y en atravesar con su espada al indefenso médico. Después se volvió hacia , gritándome: ¡Por fin! Cruzamos los aceros. Por fortuna mía, ni él ni Bersonín tenían a mano los revólvers al sorprenderlos yo. Los encontré más tarde, cargados, en la otra habitación, sobre la repisa de la chimenea. Empezamos, pues, el combate con armas iguales.

Los militares, deseosos de mostrar su heroísmo ante los muchachos en edad de casarse, corrieron hacia las ventanas, acribillando con sus aceros las pantorrillas del gigante. Golbasto y Momaren, contagiados por tan heroico ejemplo, quisieron mostrar que servían para algo más que hacer versos, y descolgaron de una panoplia una larga lanza.

Alza la frente que abatió la pena; Sacude el huracán de tu melena; Llene el viento el clangor de tus rugidos... Despierta, hermosa leona castellana, Que tus huestes tocando están a diana, Con los aceros hacia a rendidos.

Castelli, Rico y Olmos Al frente de sus bravos A los torpes esclavos Prometen humillar. Y en alto los aceros Al combate! gritaron, Y al combate volaron Al son de himno triunfal. En su entusiasmo de héroes, En sus nobles facciones, Conoceis los campeones De Salta y de Maipú?

La corsetera había dicho a Carola: ¡Vaya una prenda pa una señora que la pueda lucir!; y ella lo deseó como un guerrero desea una buena arma de combate. Pidióselo a su Quintín, y éste, fingiendo bromear, repuso: ¿Corsé? A fuerza de aceros y ballenas me vas a estropear ese cuerpecito tan rico. Ya sabes que me da rabia ir a cogerte y encontrarme con esas cosas tan duras.

De pronto en el llano se ven mil guerreros, Bandera Argentina se mira lucir, Y al pié resplandecen los fuertes aceros Que van sus valientes con gloria á esgrimir. «Salud, hombres libres, la patria os espera, «Guerreros antiguos y nuevos, saludGritóles, y todos al ver su bandera Bajaron sus lanzas diciendo: «SaludMejor se triunfa muriendo que matando.