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Actualizado: 5 de junio de 2025
Seguramente que entre esos hombres, de tez rubicunda y mirada hosca había algunos que, gracias a su bondad natural, no se sentían siempre impulsados a la brutalidad, aún en medio de sus extravíos. Esos, en la época en que sus mejillas estaban frescas, habían sentido la punta acerada del pesar y del remordimiento.
Y, diciendo esto, asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y, quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba; y, puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas, con la mitad del acerada cuchilla, quedando el triste bañado en su sangre y tendido en el suelo, de sus mismas armas traspasado.
Hacía gala de serlo, hacía profesión de serlo... Sin Dios y sin patria, atacaba con implacable ironía de anarquista lo que desdeñosamente llamaba los «prejuicios sociales», es decir, ¡Dios y la patria! Su acerada pluma, guiada por su espíritu venenoso, abría heridas y levantaba ampollas en la epidermis de los pacíficos e inofensivos burgueses del Tandil.
Seguido de algunos pocos soldados, con marcha presta Hernando de Magallanes, siguiendo angosta vereda, adelanta sin recelo, ni cuidar de que la senda se prolonga entre dos vallas de impenetrables malezas, cuando una lanza traidora salida de entre las breñas, rápida, pujante, aguda como acerada saeta, sin que su poder resista la coraza milanesa, de peto, espaldar y entrañas desmiente la fortaleza, y del pecho del caudillo lanza el alma gigantesca; veda el color al semblante la savia de sus arterias apareciendo en las armas el carmín que al rostro niega; cae el acero de sus manos, alza una mirada inmensa al cielo, ruge, desmaya, y, cual coloso de piedra, cuando a plomo se derrumba hace trepidar la tierra....
Los esposos salieron cabizbajos, y cuando se despedían de Doña Sagrario en la puerta, el condenado vejete agarró con su zarpa acerada el brazo de Tablas, que a su lado estaba, y con ardiente anhelo le dijo: Tablas, cuatro duros, cuatro duros para ti, si vas ahora y le das un puntapié a ese tunante y le arrojas rodando por la escaleras. No hagas daño a mi nieta, ¿entiendes? a mi nieta no.
Soñó una noche que estaba acostado primero encima de unas yerbas secas, entre las quales habia algunas punzantes que le incomodaban; que luego reposaba blandamente sobre un lecho de rosas, del qual salia una sierpe que con su venenosa y acerada lengua le heria el corazon. ¡Ay! decia, mucho tiempo he estado acostado encima de las secas y punzantes yerbas; ahora lo estoy en el lecho de rosas: ¿mas qual será la serpiente?
Ponga todo hombre la acerada silla Entre los mismos palos del pesebre, Porque en diciendo la trompeta "ensilla", Hasta el caballo la cadena quiebre. Esté la lanza donde pueda asilla, Con que en el campo su valor celebre, Y el arnés que no falte hebilla o perno, Que se vista mejor que algodón tierno.
D. Alvaro iba armado de un peto fuerte y una celada, con una rodela acerada, á prueba de arcabuz, y una espada desnuda en la mano; y en llegando á la puerta, dijo que le hacía mal el peto y quitósele.
Vaya, adiós. ¡Hasta la nit! gritaba la animosa muchacha pasando su brazo por el asa de la cestita, y cerraba la puerta de la barraca, echando la llave por el resquicio inferior. Ya era de día. Bajo la luz acerada del amanecer veíase por sendas y caminos el desfile laborioso marchando en una sola dirección, atraído por la vida de la ciudad.
Era el bufón del rey un hombre como de cincuenta años, pequeño, rechoncho, de semblante picaresco, pero en el cual, particularmente entonces que estaba encerrado con Quevedo, y no necesitaba encubrir el estado de su alma, estaba impresa la expresión de un malestar roedor, de un sentimiento profundo, que daba un tanto de amargura infinita á su ancha boca, cuyos labios sutiles habían contraído la expresión de una sonrisa habitual, burlona y acerada cuando estaba delante del mundo, sombría y dolorosa entonces que el mundo no le veía.
Palabra del Dia
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