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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Lo de pedante y otras expresiones parecidas dijo no debe usted aceptarlo como verdades indiscutibles. Son libertades oratorias, hijas de la improvisación, que yo mismo empiezo por no creer. Los oradores somos así. Ahora que le conozco, querido profesor, declaro que es usted hombre de ingenio y que me ha hecho pasar un rato muy agradable. Hasta mañana.

De veras digo que si no fuera porque soy persona ... ¡qué horror! La causa es ... no te asustes, Paula; la causa es que mientras nosotras salimos de casa á alguna visita, se entra aquí un hombre por los tejados; : un militar, buen mozo, alto, persona ... ¿cómo dijo? de buen porte ... pero no te asustes, Paulita: esto hay que aceptarlo con resignación.

A comer, a comer dijo doña Martina. Y en el mismo instante un criado apareció con la humeante sopera entre las manos. D. Bernardo se levantó para ofrecer el asiento al coronel Bembo; pero éste, conociendo las costumbres de la casa, se guardó muy bien de aceptarlo; si el anfitrión hubiera cambiado de sitio, quizá no le sentase tan bien la comida.

El brigadier, cuando llegaba el verano, le invitaba a irse con ellos a un pueblecito de la costa donde solían pasar los meses de calor; pero Miguel observaba tal vacilación y frialdad en este convite, que comprendía perfectamente que no debía aceptarlo: su presencia en la casa era ocasionada a muchos disgustos, y de ningún modo quería que su buen padre padeciese ninguno por su causa.

¿Y por qué la había condenado, sino porque se le había esquivado? ¿Qué otra cosa que la pasión egoísta, esa pasión voraz y no satisfecha, le hacía ser severo para su memoria? Nada que no fuera el sofisma de la presuntuosa pasión le decía que el compromiso contraído por Florencia no era válido y que si lo hubiera olvidado para aceptarlo a él habría estado en lo honrado y lo justo.

Era un señor grueso, bondadoso, de trato campechano: un burgués de Buenos Aires venido á menos que había pedido un empleo para poder vivir, resignándose á aceptarlo en la Patagonia. Llevaba traje de ciudad, pero con el aditamento de botas altas y gran sombrero, creyendo haber conseguido con esto el aspecto que exigía su cargo.

Fortunata no gustaba de este tópico; pero no tenía más remedio que aceptarlo. Una noche lo acogió con verdadero entusiasmo, porque llevaba a él una felicísima idea que aquel día había tenido. «Mira dijo a su esposo ; si Dios no quiere darnos una criatura, él se sabrá por qué lo hace. Pero podemos adoptar uno, buscar un huerfanito y traérnosle a casa.

Al llegar a Jerez, después de permanecer algunos días en Madrid entre los periodistas y los antiguos compañeros de vida política, que le habían conseguido el indulto sin hacer caso de su resistencia a aceptarlo, Salvatierra se dirigió en busca de los amigos que aún le restaban fieles.

...En efecto, en la próxima visita de Adolfo y Laura a la estancia de Vázquez, dijo Vázquez a Laura: Tengo todavía un servicio que pedirle... Laura guardó silencio... Tengo que pedirle me acepte un nuevo regalo que he recibido de Buenos-Aires... Laura hizo un ademán significando que, si era un objeto de valor, estaba ya decidida a no aceptarlo...

Aquí derramó Currita algunas lágrimas en aras del honrado Himeneo, cuya antorcha corría riesgo de apagarse, y continuó muy bajito: Por eso, como yo no sabía nada, dije antes de ayer en casa de Beatriz lo que creía, ¡claro está!, la verdad... Que el ministro vino a ofrecerme el cargo, y yo me había negado a aceptarlo muy ofendida, tomándolo por una majadería de esa gentuza... Figúrese usted mi sorpresa cuando ayer se me entra por las puertas ese animal de Martínez, tan ordinario, tan groserote, muy ofendido con mi negativa, gritando como un energúmeno que nadie jugaba con el Gobierno, y amenazándome con una carta de Fernandito, que iba a refregarme... ¡por los hocicos, Butrón, por los hocicos!...

Palabra del Dia

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