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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Tanto este altar, como la iglesia toda, estaban bien iluminados con candelabros, repartidos de trecho en trecho, y con dos lámparas rústicas, pendientes de la techumbre. A las doce, y al sonoro repique a vuelo de las campanas, y a los acentos melodiosos del órgano, el oficio se comenzó.

Y la iba abandonando toda noción del mundo, en esta irradiación y en este vago canto; su propio ser se desvanecía... Algunos minutos después abrió los ojos y se miró las manos llenas de lágrimas que no había sentido correr. Le pareció que había dormido un sueño de siglos y que en la profundidad de este sueño había experimentado un júbilo sin límites, intraducible por acentos de la tierra.

Una noche se encaró con Pombo y le preguntó quién era esa poetisa desconocida, esa famosa Edda la Bogotana, cuyos versos, impregnados de una pasión profunda y absorbente, le recordaban los inimitables acentos de Saffo, llamando con el ímpetu del alma y el estremecimiento de la carne al hombre de sus sueños y de sus deseos.

Tal vez no percibe la unidad soberana; tal vez no es hondo en él el sentimiento moral, tal vez las más nobles cuerdas faltan a su lira. Escritores mucho más pobres de ingenio, tienen acentos más penetrantes y tocan y hieren mejor el alma humana.

No así cuando se marcha bajo las bóvedas de Westminster; no así cuando se asciende silenciosamente a ocupar un sitio en la barra de aquella Cámara de los Comunes cuyas paredes conservan el eco de los acentos más generosos y más altos que hayan salido de boca de los hombres en beneficio de la especie entera.

Derramo la vista por Europa y no veo en la pintura y en la poesía más que escenas lúgubres y prosaicas, no escucho sino acentos de muerte. De las estepas de la Rusia llegan delirios místicos que entusiasman al pueblo de Molière, de Rabelais y de Voltaire.

Al pasar por la aldea donde vi enterrar a Cornelia, y donde conocí al marido de Eulalia, penetré en el cementerio por las brechas del muro. La oscuridad era profunda. Los búhos de la vieja iglesia gemían o silbaban en las cornisas. La campana, lentamente movida por el aire, producía sonidos quejumbrosos y, de pronto, no qué acentos lúgubres se elevaron a mi lado.

Estoy ya tan cursado en esta historia En males infortunios y descuentos, Que aquello que tuviera otro por gloria, Tratar del enemigo y sus lamentos, No daba tanto gusto á mi memoria; Y así me parecía los acentos Faltaban por tratar yo de alegría, Por vuelvo

En señal de adiós, recibe las quejas de mi corazón, Transformadas en dulce armonía, Pero no trates nunca de adivinar lo que estos acentos dicen. Y esta antigua romanza popular: Enrique descansaba junto a su reciente esposa, Rica heredera de las orillas del Rin... Suena la media-noche, y a través de la cortina, Pasa de pronto una mano blanca y delicada: ¿A quién vio?

La hija del doctor parecía respirar aquella brisa, contemplar aquel cielo fulgurante, oír aquellos acentos y aspirar las embalsamadas emanaciones de aquella vívida naturaleza por la primera vez en su vida y al mirar al firmamento, sumergida en éxtasis delicioso, corrían por sus mejillas dos lágrimas semejantes a dos gotas de rocío caídas del cáliz de alguna flor de las que el aire mecía sobre su cabeza acariciándola blandamente.

Palabra del Dia

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