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Actualizado: 30 de junio de 2025


Amigo Páramo, hoy vienes más páramo que nunca te he visto. ¡Me río yo de las estepas de la Siberia y de los ventisqueros del monte de San Bernardo! Era una de las bromitas que se autorizaba con Tristán el ponerle este sobrenombre a causa de sus ideas sombrías.

La destrucción de las arboledas natales y el creciente número de los cazadores le han obligado á refugiarse en los alfoces de las alturas, pero no ha dejado de ser un intruso. Sus condiciones naturales son á propósito para dar carreras de cincuenta leguas por las estepas ó para trepar por las rocas.

Las nubes pardas, opacas, anchas como estepas, venían del Oeste, tropezaban con las crestas de Corfín, se desgarraban y deshechas en agua, caían sobre Vetusta, unas en diagonales vertiginosas, como latigazos furibundos, como castigo bíblico; otras cachazudas, tranquilas, en delgados hilos verticales.

Le veía alto, esbelto, de un moreno pálido, con el calañés sobre un pañuelo rojo, por debajo del cual se escapaban bucles de pelo color de azabache, el cuerpo ágil vestido de terciopelo negro, la cintura cimbreante ceñida por una faja de seda purpúrea, las piernas enfundadas en polainas de cuero color de dátil: un caballero andante de las estepas andaluzas, casi igual a los apuestos tenores que ella había visto en Carmen abandonar el uniforme de soldado, víctimas del amor, para convertirse en contrabandistas.

Toledo lo vió de pronto con un profundo corte en la frente; luego creyó distinguir que una de sus orejas estaba medio despegada del cráneo. Aquel gato salvaje de las estepas se escurría bajo su sable. Nadie osaba intervenir; el duelo era sin misericordia, sin descanso, sin otra condición definida que la muerte de uno de los dos.

De serlo Lisboa, el imperio colonial español habría resultado algo orgánico, sólido, con vida robusta. Pero ¿qué podía esperarse de una nación que había puesto su cabeza en la almohada de las amarillas estepas interiores, lo más lejos posible de los caminos del mundo, y sólo enseñaba sus pies á las olas?...

No sabe nada de lo que a me interesa... No sabe nada de nada, por otra parte... Me extraña mucho que pueda usted hablar con ella más de diez minutos. Pues yo la encuentro encantadora... y rara. Rara, ciertamente, pues ese tipo no se encuentra más que en las selvas vírgenes o en las estepas de Bretaña. Que es encantadora... me lo ha dicho usted varias veces...

Estaban en el peor sitio del Mediterráneo, donde se encuentran los vientos procedentes del callejón del Adriático, de las estepas del Asia Menor, de los desiertos africanos y del portillo de Gibraltar, mezclando tempestuosamente sus corrientes atmosféricas.

Las estepas de abundante hierba, más fáciles de atravesar que el desierto, no mantienen en cautiverio á las tribus, y los pastores nómadas conduciendo sus rebaños, viajan, según la temporada, de un extremo á otro de la llanura; pero los puntos de reunión son siempre las fuentes, y de la mayor ó menor abundancia del manantial depende el poderío de la tribu.

Todo lo cual no nos priva de ensalzar las ventajas que tienen los Cármenes de Granada sobre las estepas de Rusia, ni de empeñarnos en que usen tirillas y fraque las kabilas de Anghera, y en que dejen sus tardas yuntas por las veloces locomotoras nuestros patriarcales campesinos....

Palabra del Dia

godella

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