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Actualizado: 25 de junio de 2025


Subiendo la escalera había previsto la disputa; pero en esta resultaba una espantable cosa que ella no había previsto. «De una manera infame repitió Sánchez Botín . Acabemos. Me gustan las cosas claras y los juicios rápidos. ¿Dónde están los pendientes de tornillo? Aquí están dijo Isidora llevándose la mano a la oreja. ¡Mentira! Esos son falsos.

Alguno más audaz pedía permiso para dar un paseo por las calles iluminadas y el campo de la feria. Mañana, Miuras decía el espada . lo que son esos paseos. Gorverás al amaneser con dos copas de sobra, y no te faltará un enreo pa perder las fuerzas... No: no se sale. Ya te hartarás cuando acabemos.

Al fin, un día nos dió una orden á gritos: «¡Ofrézcanles un millón, y acabemos!...» Imagínese, profesor, ¡más de dos mil francos por metro! ¡como en el centro de las grandes capitales!... Subimos á su casucha. Ni pestañearon al oir la cifra. La vieja, que era la más inteligente, dejó que el apoderado y el notario de Su Alteza le explicasen lo que era un millón.

Partillo hemos desta manera: picarás una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva, yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño." Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance; el traidor mudó de propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debría hacer lo mismo.

El señor Juan Claudio oyó la fresca voz de Luisa que daba órdenes en un tonillo decidido que le sorprendió: ¡Vamos, vamos, Katel! decía , acabemos pronto; la hora de cenar se acerca, y nuestras gentes deben tener apetito. ¡Sin tomar nada desde las seis de la mañana y batiéndose constantemente! No les hagamos esperar. ¡Pronto, pronto! Lesselé, muévase usted; traiga la sal, la pimienta...

Vamos a ver esa corbata dijo la complaciente tía, y acabemos de una vez, que tu padre espera. Y mientras anudaba los lazos a su gusto, con tal esmero que ponía en ello sus cinco sentidos, el joven, con la cabeza echada atrás para facilitar la operación, se impacientaba porque aquello concluía nunca. Al fin estuvo listo, se miró y se remiró; ahora el chaleco, luego, el frac...

Por eso me decidí a abrirte enteramente mi alma y a poner en tus manos fieles y seguras la vida de muchos hombres generosos... Yo soy muy débil, Ricardo mío; no soy más que una pobre niña incapaz de luchar ni de resistir... ¡No me abandones..., por Dios, no me abandones!... El joven presintió el peligro mucho más próximo y exclamó: ¡Acabemos de una vez, María, y sepamos de qué se trata!

Partillo hemos desta manera: picarás una vez y yo otra, con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva. Yo haré lo mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá engaño." Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance el traidor mudó propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debría hacer lo mismo.

¡Que no, que no recibo! repitió, con un juramento. Señor insistió el criado, dice que tiene que ver forzosamente al señor; que se trata de un asunto de interés. Don Bernardino cogió de nuevo la tarjeta y leyó: Robert. Bueno, que pase; acabemos. Pidió a misia Gregoria que arreglase las mantas del lecho, que abriera las cortinas y le diera el espejo de mano.

Me tiraré carruaje abajo y me romperé la cabeza contra una piedra antes que ir contigo. ¡Piedad, Dios mío! exclama Martín. ¿Qué han hecho de ti? Juan se pasea a lo largo, y hace sonar a su paso las tapaderas de los frascos de cerveza. ¡Acabemos! dice al fin, deteniéndose. ¿Qué quieres de para venir a encerrarme de este modo?

Palabra del Dia

rigoleto

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