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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Pues nada... Verá usted... Mi hermana acaba de darme un golpe terrible... Fui a casa... Verá usted... Por la mañana le dije que no podía continuar de este modo..., que era necesario resolver uno u otro... Más de veinte veces quise pedirle a Fernanda la conversación...; pero cuando iba a hacerlo se me ponía un nudo aquí, en la garganta... Usted no sabe; aunque me matasen, no podía..., vamos, no podía... Si yo tuviese tanto pico como mi hermana... ¡Maldito sea!... Le dije que me hiciese el favor de decírselo a Fernanda de mi parte, y que me la diese o me desengañase de una vez... Pues bien..., verá usted...: quedó en decírselo esta tarde... ¡Yo no puedo continuar así, don Ceferino; crea usted que no puedo continuar!... Pues bien: quedó en decírselo.
Sería muy necio y muy egoísta si fuese a incomodarme por una cosa que después de todo no está en su mano el evitar. Es cuestión de temperamento, y yo acostumbro a respetarlo; mucho más tratándose de mi esposa, que se encuentra en un estado excepcional... Pero hay algo más. Lo que me acaba de pasar llueve sobre mojado.
Entra en el templo acompañada de su hija Susana, y se arrodilla al lado de uno de los pilares de la iglesia para dar gracias a Dios por los inmensos favores que acaba de recibir.
Y en este ambiente de abatimiento, de abstinencia, de ruina, el espíritu castellano, siempre propenso a la tristura, acaba de recogerse sobre sí mismo en hosquedad terrible.
Su marido, que ha vuelto de Buenos Aires y ha tomado parte en un tremendo motín popular, muere de un balazo capitaneando las turbas. Y el bueno de D. Antonio, sin persona amiga que cuide de él, y entre las rapaces garras de sus infames primos, acaba lastimosamente su vida.
Hay, en cambio, otras obras de esta clase, cuyos personajes de primer rango, poco comunes en ellas, no exigen, sin embargo, mudanzas de escena, como en la de Tirso, titulada Amor y celos hacen discretos, cuya acción se supone ocurrir en un solo aposento. «En este Senado ilustre Oidnos solas dos horas, Y si es mucho, ved que el tiempo Acaba todas las cosas.»
Contempla una brecha del horizonte, entre los Alpes y el promontorio de Mónaco, por donde acaba de ocultarse el sol. Sobre el espacio rojizo brilla una estrella que tiene las facetas y la luz de una piedra preciosa. Lubimoff piensa en los abuelos de la poesía que la cantaron hace tres mil años. Homero la llamaba Kalistos.
Bien sé que sabes Filosofía le dijo don Cleofás mejor que si la hubieras estudiado en Alcalá, y que eres maestro en primeras licencias. Dejemos estas digresiones y acaba de darme cuenta de tu jornada.
Me ha contado muchas cosas de mi Alfonso: dice que sus maestros no cesan de hablar de él mucho y bien. ¡Dios le bendiga como yo le bendigo de todo corazón! Mañana empiezo a dar lecciones a mis niñas... «Después de comer, han venido a decirme que acaba de morir un pobre anciano abandonado en la cabaña del monte donde yo acostumbraba a pasar el rato.
El de Werther es la expresión de los trastornos de un alma que no puede bastarse a sí misma; el de René es la expresión de las angustias de un alma que lo ha abarcado todo y que siente que todo se de escapa porque todo acaba.
Palabra del Dia
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