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Actualizado: 12 de mayo de 2025
¡Oh! ¡cuán lamentable cosa es no haber visto nunca la bóveda azul del cielo en pleno día! exclamó el doctor con espontaneidad suma . Dígame usted, ¿este conducto donde las ideas de usted se desarrollan magníficamente, no se acaba nunca? Ya, ya pronto estaremos fuera.... ¿Dice usted que la bóveda del cielo...? ¡Ah!
Ovidio, no acaba de ponderar las miserias de Tomis; pero si hubiera visto á Rota dijera, que era el Tomis del mismo Tomis.»
Y no solo este se debe examinar, pero tambien el del Rio Colorado, en donde su Magestad manda que en su embocadura se ponga un fuerte de menor consideracion para defender igualmente su entrada. Toda la circunferencia de la bahía que se acaba de descubrir, se debe examinar escrupulosamente para ver si en ella desemboca algun rio caudaloso y navegable: porque hallándose, será esta bahía buscada.
Toda la energía del señor de Elorza se desvaneció de golpe como una sombra al escuchar estas monstruosas palabras. Quedó algunos momentos extático y petrificado, con la mirada apagada, como el que acaba de ver un milagro y no quiere creer a sus propios ojos.
Después el viejo da con el libro en una mano fuertes golpes y llama: ¡Pedro! ¡Pedro!... A ver, que suban una verja para el fondo del jardín. Pedro dice que no hay ninguna verja. Entonces él replica que sí, que acaba de verla. ¿Cómo puede haberla visto si no la hay? Así lo afirma Pedro, pero, sin duda, Pedro está trascordado, porque el viejo insiste en que él la ha visto.
Tocó á su vez al capitán el levantarse y abrazar estrechamente á su primo. El ingeniero contempló aquella figura estrafalaria y escuchó tales palabras con asombro. Los demás le hicieron disimuladamente señas de que se trataba de un excéntrico. Bien está lo que mi venerable amigo el señor de las Matas de Arbín acaba de manifestarnos dijo Antero levantándose de nuevo.
No quiero dejar correr la pluma porque la paciencia se acaba. Entré en Milan el dos de junio hospedándome en el Hotel de la Ville, en el Corso, frente por frente á la iglesia de San Cárlos Borromeo.
Y ya se disponían todos a emprender la marcha, cuando se abrió con estrépito el balcón de una de las casas, apareció un hombre en calzoncillos, y se oyeron estas palabras, que resonaron profundamente en el silencio de la noche: ¡El ladrón acaba de entrar en el café de la Marina! El que las pronunciaba era don Feliciano Gómez.
Ya me figuro que será una concavidad armoniosa, a la cual parece que podremos alcanzar con las manos, sin poder hacerlo realmente. Al decir esto, salieron; Golfín, respirando con placer y fuerza, como el que acaba de soltar un gran peso, exclamó mirando al cielo: Gracias a Dios que os vuelvo a ver, estrellitas del firmamento. Nunca me habéis parecido más lindas que en este instante.
En la algazara de las solicitudes de baile, de la remoción de sillas, de los primeros acordes del interminable vals, Huberto murmuró, al fin, algunas palabras de gratitud: Usted acaba de hacerme muy feliz, mucho más feliz de lo que podría imaginarse. ¡Gracias, María Teresa! Entonces ella balbuceó, ruborosa, oprimida la garganta: Su señora madre puede ir a ver a mi padre.
Palabra del Dia
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