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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Pero una mitad entera de la esfera celeste permanece constantemente invisible. Por el contrario, mientras más se avanza hacia el norte, más baja el polo sur, y así se acaba por llegar á una región en que los dos polos se encuentran en la línea del horizonte.

Al noveno compás se acaba la primera parte y hay una pequeña pausa, en la cual sólo se escucha el leve sonido de la guitarra.

La faz de Ramoncito se nubló al aproximarse su rival. Este no dejó de notarlo y le dirigió una mirada burlona. Vamos, Ramoncillo, ; ¿cómo te arreglas para tener tan animadas a las damas? Me acaba de decir Pepa que vas echando ingenio. No, hombre; ¿cómo voy a echarlo si lo tienes todo? profirió con irritación el concejal. Vaya, chico, si es que te azaras porque yo me acerco, me voy.

Al cabo cesa la música, los resplandores se extinguen; la visión celestial se disipa. Vuelve á aparecer la inmunda casa de los pobres y el angosto lecho en que Hannele está postrada. Entra el médico en escena; mira á la muchacha y dice: ¡Está muerta! Así acaba el drama.

Uno tengo yo replicó la doncella ; si éste basta, hele aquí, con condición que también se me ha de decir a la buenaventura. ¿Por un dedal tantas buenasventuras? dijo la gitana vieja . Nieta, acaba presto; que se hace noche.

Merchán, ni supongo que él ha hablado de ; pero ni yo le he olvidado ni él me ha olvidado tampoco. Para probarlo me acaba de hacer la fineza, que le agradezco, de remitirme desde Bogotá, donde reside, la obra reciente, de 250 páginas, titulada: Cuba. Justificación de su guerra de independencia.

Hoy le escribo teniendo en el corazón un gran peso de cuidados y de emociones. Mi padre acaba de estar muy enfermo, señor cura. La otra mañana se puso de repente muy pálido, su vista se quedó fija y turbia y perdió el conocimiento.

¡Ah!... lo replicó el marqués, sacudiendo tristemente la cabeza ; llora por causa mía... llora por causa del hombre a quien ha honrado con su amistad... con su estima... y a quien contempla hoy caído en la última degradación... pero si le causo lástima... si le causo horror... ¿de quién fue la culpa sino de esa miserable mujer que acaba de irse? ¡Señor de Pierrepont!

No acaba una de ver verdades que parecen mentiras... En fin, otros son peores que este D. Carlos, que al cabo da algo, aunque sea por cuenta y apuntación... Peores los hay, y tan peores... que ni apuntan ni dan... El cuento es que con estos dos duros no se me arregla el día, porque quiero devolverle a Almudena el suyo, que bueno es tener con él palabra.

En el fondo, yo tenía una idea así como de que España no estaba en el mundo, sino en la Luna. Yo no creía en el porvenir de España. Yo era un escéptico... Era un escéptico, amigo lector, pero ya no lo soy. Mi escepticismo tenía una causa y esta causa acaba de desaparecer. Ahora sólo me toca manifestar que la causa en cuestión estaba en la calle de Cedaceros, y que era esa valla con que el Sr.

Palabra del Dia

hociquea

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