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Actualizado: 25 de junio de 2025


En un principio, desesperadamente, había tratado de luchar contra aquel sentimiento naciente que en su alma escrupulosa no se reconocía el derecho de abrigar. Si bien los años habían transcurrido, modificando su situación y dándole la esperanza de un hermoso porvenir, creía que para los Aubry, él era siempre el niño pobre recogido por caridad.

A nuestra Armada vuelvo, que metida Quedaba en un juncal y una ensenada, La cual halló segura su guarida: Y el bergantin, tomando una enconada, Del otra banda está, que de caida, Allí, por se abrigar, hizo parada, A con Cherandies ha tratado, Y el tiempo que allí estuvo, rescatado.

Aunque nos llene de admiración la riqueza inagotable de inventiva de la época anterior y las creaciones infinitas que brotaban á raudales de ella, como de una fuente perenne, y el prodigioso número de elementos poéticos existentes en la misma, hasta tal punto, que, bajo este aspecto, no se encuentra ninguna otra que le iguale, siendo difícil arrancarse de ese florido laberinto para penetrar después en artístico jardín, lleno de más regular riqueza; aunque se haya de confesar que no hubo tal superabundancia de condiciones poéticas en el período subsiguiente de la poesía dramática, no es posible abrigar dudas de ninguna especie de que la última aventaja á la primera en perfección artística.

Es que sentía un cierto consuelo en confeccionar ropas de niño y en suponer que aquellas mangas iban a abrigar bracitos desnudos. Ya había hecho dos visitas al asilo de la calle de Alburquerque y acompañado una vez a Guillermina en sus excursiones a las miserables zahúrdas donde viven los pobres de la Inclusa y Hospital.

Increíble parece que aquel cuerpo flaco y endeble, encerrara dentro de espíritu tan gigantesco y tan fuerte, hecho a golpes de zarpas y a caricias de ala, capaz de abrir surcos y levantar cimientos y capaz, de poemizar el dolor e idealizar el martirio; apto para abrigar una tempestad y para echarse todo entero en el cáliz de un jazmín....

Precisamente de las esperanzas, hablamos un día y yo dije que no todas tenían la misma fuerza. Las hay tan firmes como la certidumbre más cabal: éstas se pierden en el dolor, en la miseria. Pero hay también una esperanza lejana, tenue, frágil, que mantenemos siempre oculta porque un soplo la desvanecería: esa es la esperanza que jamás muere, que nada impide abrigar. Esto la dije yo. Ella asintió.

Si faltaba en la carta una explícita alusión al desesperado propósito de su autora, tenía que parecer menos probable que nunca el que, una hora después, ésta se hubiera matado; pero ¿a cuál de los dos acusados se debía imputar el delito? ¿Se podía abrigar la esperanza de que la Condesa hubiera expresado en la carta el temor suscitado en ella por la amenazadora actitud de uno u otra? ¿No era más probable que la carta no fuese explícita en sentido alguno, y que, aun confirmando la angustia que embargaba a la infeliz, no anunciara la intención de ésta de morir?

Vista de fuera, Honda parece una ciudad oriental ó morisca, ya par su caprichosa situacion y sus edificios de pesada manipostería, ya por el contraste de los colores, los techos, los blancos ó negros muros, las formas extravagantes y los balcones y azoteas, ya en fin por los penachos de los altos cocoteros, meciéndose blandamente como para abrigar con su sombra la ciudad, protegiéndola contra los rayos de un sol abrasador, que brilla en la mitad de un cielo eternamente azul y trasparente.

No es posible abrigar dudas de su aptitud extraordinaria para lograrlo, recordando tan sólo, como ejemplo, El alcalde de Zalamea; pero tampoco se puede negar, que su predilección por los motivos dramáticos indicados, lo ha arrastrado á limitarse sólo á la pintura de ciertas clases de la sociedad, en las cuales podría suponer que encontraría opiniones é ideas iguales á las suyas.

Alimentar ese nuevo amor no era, por lo tanto, posible, sin renunciar a las atenuaciones que, en la ambigüedad de su estado, la substraían a la condena o la permitían por lo menos, abrigar la esperanza de que podría evitar su rigor. «Esta idea me convenció: que para las almas, fuertes no se necesita que la ley esté escrita en un libro: basta comprenderla.» ¿Era posible que hubiera olvidado sus propias palabras, el sentimiento que se las había dictado?

Palabra del Dia

rigoleto

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