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Pero la tristeza ablanda el ánimo y hace buscar como una sombra refrescante la amistad de los humildes. Tchernoff, por su parte, miró á Desnoyers como si lo conociese toda su vida.

514 Es piadosa y diligente y sufrida en los trabajos; tal vez su valor rebajo aunque la estimo bastante; mas los indios inorantes la trata al estropajo. 515 Echan la alma trabajando bajo el mas duro rigor; el marido es su señor, como tirano la manda, porque el indio no se ablanda ni siquiera en el amor.

Digan mis cabellos, Pues saben las yerbas Que dejé en sus hojas Infinitas hebras, Qué defensas hice Contra sus ofensas; Y mis ojos digan Qué lágrimas tiernas, Que a un duro peñasco Ablanda pudieran. Viviré llorando, Pues no es bien que tenga Contento ni gusto Quien sin honra queda. Sólo soy dichosa En que pedir pueda Al mejor alcalde Que gobierna y reina, Justicia y piedad De maldad tan fiera.

«A este se le ablanda la mollera por culpa mía». Más de una vez, en sus ligeras reyertas de amantes antiguos, pacíficos y fieles, pero cansados, oyó a Bonis hablar de la moral como un obstáculo a la felicidad de entrambos. Lo que nunca pudo sospechar Serafina fue la principal idea de Bonis, la del hijo; y esto era lo que en realidad le apartaba de su querida, del pecado.

El razonamiento fue este: «Mi tía se ablanda; mi tía se da a partido. Y como Fortunata no le debe dinero, ni se lo deberá nunca, porque estoy yo para impedirlo, ha de llegar día en que sean amigas». v

Lo que le digas que haga, eso hará... Ferminillo, no me abandones, protégeme. eres mi patrón; quisiera ponerte en un altar y encenderte velas y rezarte una letanía. Fermín; santito mío: no me dejes, defiéndeme. Ablanda aquel peñasco, de corazón; agárrame, porque si no, me caigo y voy a presidio o a la casa de los locos. Montenegro se burló de las exageraciones lloriqueantes de su amigo.

Esperar que te matasen de un momento a otro, y no poder hablar, no poder quejarse, comunicando la pena ni aun a los de la familia... ¡Lo que yo he rezado ahí dentro...! Acostumbrados los de la casa a ver todos los días a Dios y los santos, somos algo duros y pecadores; pero la desgracia ablanda el alma, y yo me dirigí a la que todo lo puede, a nuestra patrona la Virgen del Sagrario, pidiéndola que se acordase de ti, ya que ibas de niño a arrodillarte ante su capilla, cuando te preparabas para entrar en el Seminario.

Yo puedo matarlo á usted, si quiero, y usted, en cambio, no puede hacerme nada á .... Pero no abusaré. Prefiero que se convenza por sus propios ojos. A ver si así se le ablanda esa cabezota dura de bruto que tiene.... ¡Tire! Se abrió con ambas manos sus ropas, mostrando el pecho desnudo y la prodigiosa bolsita. Podía el gringo hacer fuego sin cuidado. Se lo decía él con aire de reto.

Era una cuesta, poco antes de llegar a la Encarnación, donde el rumor de una fuente ablanda la aspereza del paraje. Cuando le pareció que había sido burlado, un hombre menudo y encogido salió por detrás de una encina. Era Diego Franco, el campanero de la Catedral.