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Actualizado: 16 de junio de 2025


El doctor permaneció un momento en pie, leyendo las últimas líneas que había escrito el día anterior. Luego, como quien acaba de tomar una resolución penosa, sentose, tomó la pluma y escribió lo que sigue: «Viernes, 12 de mayo, a las cinco de la tarde. »Gracias al Cielo, está mejor Magdalena. Ahora reposa.

Compónese esta serranía de piedras areniscas desmoronantes, muy ferruginosas y generalmente rojas, análogas en todo á las de la Sierra de San-José de Chiquitos y tambien á las de las últimas faldas de la cordillera, que bajan hácia el norte y nordeste de Cochabamba. Esta piedra arenisca forma un todo compacto de capas que se esconden bajo un ángulo de doce ó quince grados.

Por fin, dijo con voz alterada: ¿A González?... ¿Por las narices? ¡Estás loco!... A no me lleva nadie por las narices ... y mucho menos González. Pronunció las últimas palabras con afectado desprecio. Negó a González por la misma razón que San Pedro negó a su Maestro, por el pícaro orgullo. La conciencia le decía que faltaba a la verdad, aunque no cantase el gallo.

Así habían pasado las últimas semanas, hablando del viaje, discutiendo sus preparativos, forjándose ilusiones sobre los resultados, pero viéndolo siempre en lontananza; hasta que, de pronto, les avisaba el zarpazo de lo inmediato, de lo inevitable.

Aplicada á la vivienda, le placía por su falta de estilo: paredes blancas, pocas molduras, rincones semicirculares, carencia absoluta de ángulos, para perseguir el polvo hasta en sus últimas madrigueras, amplias aberturas que daban entrada á la brisa ó al sol, dobles muros por cuyos huecos podía circular el aire caliente ó frío y el agua á diversas temperaturas.

Cuando la comunidad salía de la capilla, doña Manolita, que había entrado de las últimas, sofocada, se acercó a la Superiora y le dijo que Mauricia estaba en la huerta sobre el montón de mantillo. Ya... en la basura replicó Sor Natividad frunciendo el ceño ; es su sitio. Bajaron las recogidas al refectorio a tomar el chocolate con rebanada de pan.

La avalancha de dolor se esparció por el castillo. A las pocas horas, todo él estaba ocupado; no había un lecho libre; las últimas camillas quedaron á la sombra de los árboles. Funcionaban los teléfonos incesantemente; los operadores, puestos de mandil, iban de un lado á otro, trabajando con rapidez; la vida humana era sometida á los procedimientos salvadores con rudeza y celeridad.

Pepita se asusta y se escandaliza de esta improvisada fortuna, pero yo le digo que no sea tonta: si su hermano es y había de ser de todos modos un pillete, ¿no es mejor que lo sea con buena estrella? Así pudiéramos seguir extractando si no temiésemos fatigar a los lectores. Concluiremos, pues, copiando un poco de una de las últimas cartas.

¡Adiós! me contestó; y antes de poder dirigirle la palabra, diome la espalda y corrió cantando hacia adentro como una locuela; me asomé a la sala y vi desaparecer su vestido blanco en las últimas habitaciones de la casa. No cómo me encontré en la calle.

En cambio, Feliciana y Olmedo iban con más frecuencia, llevando ella una amiguita que acababa de salir de San Juan de Dios. En las últimas semanas del 74, Rubín volvió a sentir comezón de lecturas.

Palabra del Dia

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