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Así está el país que es un dolor... todo tan perdido... ¡Hay más miseria...!, y las patatas a seis reales arroba, cosa que no se ha visto nunca». Púsose la viuda en movimiento con aquella actividad valerosa que le había proporcionado tantos éxitos en su vida, y Fortunata y Papitos quedaron encargadas de hacer el almuerzo.

De tarde en tarde recibía de lejos un impulso que me obligaba a considerar aquellos éxitos menos desdeñables. Desde el día que nos separamos, Agustín no me había olvidado. En cuanto lo permitía la distancia que nos separaba continuaba procurándome las enseñanzas que habían comenzado en Trembles.

Personas hay admitidas, que un día, de repente, se hallan festejadas por cualquier motivo, por un peinado nuevo, por un caballo que ganó en las carreras, por un escándalo que las gentes susurran bajito y piensan leer en el rostro del feliz mortal. De estos éxitos efímeros Perico Gonzalvo tuvo muchos: su hermana, ninguno, a despecho de reiterados esfuerzos para obtenerlos.

Todo llega por fin... Que tenga usted grandes éxitos, señor diputado. Y acercando a su boca el perfumado fruto, clavaba en la dorada carne sus dientes blancos y brillantes. Cerraba los ojos con delicia, como embriagada por la tibia dulzura del jugo. Crujían los gajos entre sus dientes, y el líquido de color de ámbar rezumaba, cayendo a gotas por la comisura de los labios carnosos y rojos.

Es el tal casi hermoso, alto y rubio como un inglés y con su flema y su tiesura un poco altanera. Joven, rico y con bastante talento para deslumbrar, tiene con las mujeres todos los éxitos que puede desear y hasta algunos más. Lautrec, sin embargo, no tardó en despedirse, y yo me ofrecí el pobre desquite de hacer rabiar un poco a Luciana.

Acicalado, perfumado y siempre de veinticinco alfileres, aunque bizarro militar, tenía más trazas de Cupido que de Marte. No creo que tuviese ilusiones, ni que soñase, como su amigo el doctor. Don Jaime iba al grano. Buen mozo, audaz y discreto, había tenido ya varios éxitos ruidosos con damas elegantes, y tres o cuatro desafíos, en los que siempre había quedado vencedor.

El bondadoso M. Dormeuil reparó mejor. Es cierto dijo. ¡Oh! Usted triunfará pronto. En usted esas cejas constituyen una originalidad y un contraste más. La observación es justa. Como Derval, otros muchos actores han acelerado la hora de sus éxitos, merced á la expresión sugestiva de sus facciones.

Los sueños de ambición y gloria no tardaron en apoderarse completamente de mi cerebro. ¡Cuántos proyectos y castillos en el aire formé recostado en los almohadones de mi carruaje! Riquezas, honores, dignidades, brillantes éxitos de todas clases... Todo lo ambicionaba. A mi juicio, lo merecía todo, y todo me lo concedía, elevándome más y más, conforme avanzaba en el camino.

La adoraba, y refería a ella todos sus actos, sus pensamientos, sus esfuerzos, sus ambiciones, sus sueños, sus éxitos escolares, su gloria militar, sus primeros premios y sus primeros galones. Al día siguiente de haber sido citado en la orden del día, escribió a Liette: «Estaba tan orgulloso que oía latir «tu» corazón

Era un aficionado ardoroso de este ejercicio, en parte porque conociendo su carácter temía a cada instante verse obligado a acudir al terreno del honor; en parte también porque había mostrado desde el principio excepcionales disposiciones para él. Frecuentaba asimismo las salas de armas, pero aquí sus éxitos habían sido muy inferiores.