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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Desalentado por esta decepción, siguió paseando. Su mal humor le hizo ver considerablemente agrandada la fealdad del monumento con que la restauración borbónica había adornado el antiguo cementerio de la Magdalena. Pasaba el tiempo sin que ella llegase. En cada una de sus vueltas miraba ávidamente hacia las entradas del jardín. Y ocurrió lo que en todas sus entrevistas.

La gitana escuchaba sonriendo, sin dejar de engullir ávidamente los garbanzos, pero al mentar Zarandilla su fealdad cesó de comer. Caya, cegato, mala sombra. Premita Dió que te veas toa la vida bajo tierra, como tus hermanos los topos... Si ajora soy fea, tiempos hubo en que me besaban los zapatos los marqueses. Bien lo sabes , arrastrao...

Te prohíbo que vuelvas a hacerlo en adelante. Sin responder, él se inclina para recoger la rosa que se ha caído de su pecho. Quiero volver a casa dice Gertrudis, paseando su vista en derredor, con expresión inquieta. Marchan un momento en silencio, uno al lado de otro. Ella fija sus ojos en el horizonte, mientras él respira ávidamente la rosa que ha recogido. Huele bien dice en tono inocente.

Ya no paseaba. Con el oído pegado a la cerradura, recogía ávidamente todos los rumores que llegaban de abajo. Y como llegaban demasiado confusos, concluyó por abrir la puerta, avanzar cautelosamente hasta el pasamanos de la escalera y escuchar desde allí, inmóvil, recogiendo el aliento. Había imaginado vagamente que su esposa, una vez sola y libre, subiría hasta su cuarto para hablarle.

En fin, me contenté con escribir al señor Laubepin, que mi situación podía hacérseme intolerable, bajo ciertas faces, de un instante á otro, y que ambicionaba ávidamente cualquier empleo, si menos retribuído, más independiente. Desde el día siguiente, me presenté en el castillo, donde el señor de Bevallan me acogió con cordialidad.

Sus ojos se iluminaron. Aquellas manos aristocráticas que se habían abierto tan a menudo para dar, se crisparon ávidamente como las garras de un avaro. Rompió el papel de todos los cartuchos, hizo brillar el oro amarillento a la luz de una lámpara humeante e hizo tintinear a sus oídos aquellos discos trémulos, que tañían alegremente los funerales de Germana.

A los veintitrés años estoy cruelmente desengañado de todas las cosas de la tierra y siento un profundo desdén por el mundo y por mismo, porque he visto que en la naturaleza no hay más que aflicción y que en el corazón del hombre sólo mora la amargura. Llega, lanza sobre lo que le rodea una mirada inexperimentada, y en inmenso afecto abraza ávidamente a todas las criaturas.

Melchor los tomó y leyendo ávidamente la dirección de cada uno los repartió diciendo: Este es para ; señor Lorenzo Praga; señor Ricardo Merrick; éste también es para . De mamá, que están todos buenos dijo Lorenzo. Lo mismo en casa agregó Ricardo. Por casa también, sin novedad; el otro es de Clota.

Evitaba bajar por la noche a Can Mallorquí, temeroso de estorbar con su presencia las conversaciones de la familia acerca de los pretendientes de Margalida. En las noches de festeig experimentaba mayor desazón; y sin explicarse el motivo, asomábase a la puerta de la torre, mirando ávidamente hacia la alquería.

Rompió el sobre y leyó ávidamente la orden de soltura. ¡En la torre de los Lujanes! ¡y allí está mi libertador preso, dudando, temiendo...! ¡Tu libertador! dijo el rey con asombro. ¡, mi generoso y valiente libertador! No te comprendo. ¿Por qué he de callar más?

Palabra del Dia

atormentada

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