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Actualizado: 12 de junio de 2025
Luego agregó: Sea por siempre bendita y bendecida. El llanto de Vérod era tempestuoso. Roberto, ¡qué bueno es usted! ¡Gracias!... ¡Adiós!... Diciendo esto, se inclinó a besar la mano del joven. Pero Roberto Vérod la retiró y abrió los brazos. Los dos hombres permanecieron un momento estrechamente abrazados. El Príncipe preguntó en voz muy baja: Hermano, ¿me perdonas? Te perdono, hermano.
Aunque continuaban a oscuras y abrazados, ambos tenían más despabilado el recelo que el deseo. Cristeta debió de notar algo anómalo en la voz de don Juan; tal vez en la tiniebla favorecedora del engaño le pareciese sospechoso su lenguaje, porque de repente exclamó: ¡Luz, luz, quiero verte la cara!... No me beses..., déjame llorar... ¡Luz... luz!
Se esparcía rápidamente la noticia de aquellos amores: circulaba de boca en boca, considerablemente aumentado, el relato de la expedición por el río, los paseos por entre los naranjos; las noches que pasaba Rafael en la casa de doña Pepita, entrando a obscuras y descalzo como un ladrón; las siluetas de los amantes, destacándose en la ventana del dormitorio, abrazados por el talle, contemplando la noche: todo visto por gentes dedicadas por voluntad al espionaje, para poder decir «yo lo he presenciado» y que pasaban la noche ocultos en un ribazo, emboscados tras una cerca para sorprender al diputado, a la ida o la vuelta de sus citas de amor.
No por cierto, señores, no ha nacido Nuestra desenvoltura de ocasiones Lascivas segun dan las muestras dello, Sino que á Silvia le rogaba ahora Me hiciese una merced, que ha muchos dias Que se la pido, y no por mi interese, Y ella tambien á mí me havia persuadido Que un servicio le hiciese, que conviene Para servir mejor la casa vuestra, Y por havernos concedido entrambos Aquello que pedia el uno al otro, En señal de contento nos hallastes De aquel modo que vistes, abrazados, Sin manchar los honestos pensamientos.
Al día siguiente, unos pescadores de Guetary encontraron atravesados en una roca los cadáveres de los niños, abrazados estrechamente aun después de la muerte... En las ansias y rudo combate de aquella agonía tremenda, el escapulario de uno había pasado también al cuello del otro, y descansaba, como una contraseña del cielo, sobre los pechos de ambos.
Pero aquel anciano era el padre de su infancia, y a él podía mostrar sin vergüenza las llagas más recónditas de su corazón. Estuvieron largo rato así abrazados. Don Melchor se separó al cabo, y dijo empujándole hacia una butaca: Siéntate. Se dejó caer en ella, y ocultó los ojos con la mano. El golpe es rudo dijo el marino con voz ronca después de silencio prolongado.
Fortunata no daba un paso. Y se precipitó en los brazos del Delfín, lanzando este grito salvaje: «¡Nene!... ¡bendito Dios!». Olvidados de todo, los amantes estuvieron abrazados largo rato. La prójima fue quien primero habló, diciendo: «Nene, me muero por ti...». «Ven acá» dijo Santa Cruz cogiéndola por una brazo. Dejábase llevar ella, como la cosa más natural del mundo.
Y ábrazados llorarán lágrimas de perdón exclamó el padre muy conmovido y cruzando las manos. ¡No! gritó Navarro, y aquella sílaba sonó como un tiro. El jesuita se quedó perplejo, mirando a su amigo con espanto.
Callaban los dos, estrechamente abrazados, formando un solo cuerpo, trastornados por el ambiente de poesía con que les rodeaba la noche. Otra vez comenzaron a resonar entre las altas ramas las notas sueltas, los lamentos tiernos del solitario pájaro, llamando al amor invisible.
Acercose velozmente a ellos y cuando ya estuvo próximo exclamó con sorpresa: ¡Si es el paisano Barragán...! Pero Barragán ¿tú por aquí...? Y sin vacilar se acercó a él y ambos quedaron abrazados. Elena en el colmo de la desesperación le gritaba: ¡Germán, no le abraces! ¡por la Virgen no le abraces...! ¡Mira que va a echarte un lazo al cuello...!
Palabra del Dia
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