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El hijo predilecto de la Iglesia, sonriente y ruborizado, sacó del bolsillo del gabán un librito de cubierta elegantemente impresa a dos tintas, lo abrió por la primera página, donde aparecía el retrato de la santa duquesa de Turingia grabado en madera, y lo entregó abierto a la señá Rafaela.

Y aquella luz que derramaba polvo de oro por todas partes, aquel cielo empapado de sol, aquella diafanidad vibrante en el espacio, ¿no era el propio himno a Venus, la canción impúdica y sublime del trovador de Turingia ensalzando la gloria del placer y de la terrena vida? ; aquello mismo era.

Bastábale a nuestra joven su excelente corazón y el ejemplo de sus padres para aliviar siempre que podía las miserias del prójimo; pero añadíase a esto tener presente a la continua los increíbles esfuerzos de abnegación y caridad llevados a cabo por las santas que con más fervor veneraba, particularmente la santa duquesa de Turingia, que mereció el nombre de Madre de los pobres.

Ni sus versos, ni parte de su correspondencia, ni sus artículos de doctrina y de propaganda, ni sus pensamientos ni su biografía he olvidado; pero cumpliendo con lo principal que él nos enseñó el servicio de Cuba poco se ha podido terminar y solamente ha habido tiempo para este volumen y reunir los homenajes a su memoria que van en el mismo prenda de que aquí, en los lejanos montes de Turingia, donde aun vibran entre pinos seculares las liras de Goethe, Schiller y Wieland, ¡pienso en él y en la patria!

A unos y a otros no les quedó otro recurso que resignarse, y eso hicieron de mal grado con la secreta esperanza de que la joven cambiaría pronto de acuerdo una vez satisfecho el capricho. Aplazose, por tanto, la boda indefinidamente, y el pobre Ricardo empezó a desempeñar su papel de duque de Turingia, casi tan mal como un actor español.

»Hay un ejemplo en la historia que nos debe alentar mucho para llevar a cabo lo que te propongo. La Amada Santa Isabel de Hungría estuvo desposada desde su tierna edad con el duque Luis de Turingia, pero sin que las bodas se celebrasen hasta que ambos llegaron a la edad oportuna.

Suevia, Turingia, Sajonia, Dania, Gocia, Suecia, Noruega, Polonia, Rusia, deben sus mas famosas universidades y sus ciudades mas opulentas á los monasterios.

El amor santificado de tal suerte es mil veces más hermoso y proporciona al corazón goces más puros y elevados. ¿Por qué no habíamos de seguir hasta donde nos fuese posible las huellas de estos esposos, dechado de abnegación y de ternura tanto como de pureza y fidelidad? ¿Por qué no habías de imitar , amado Ricardo, la virtud severa del joven duque de Turingia, la nobleza y dignidad de todos sus actos, la inocencia y la modestia de su alma, jamás desmentida, y que en nada se oponían al valor y fortaleza de que siempre dio relevantes pruebas?