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En cuanto al origen de su apellido no cabe duda de que Todellas es corruptela y, contracción de Todas-Ellas, alias o apodo que debió de usar alguno de sus ascendientes, y que, andando el tiempo, se ha convertido en nombre patronímico. De casta le viene al galgo ser rabilargo, y a don Juan ser enamoradizo.

Mil realitos al mes... y luego si usted logra que yo ajuste a esa señorita... ¡Ahí le duele!... No andemos con hipocresías. Ya le he dicho a usted que yo también tengo mis debilidades. Entonces... entre hombres debemos ayudarnos. El día menos pensado tiene usted una conquista seria, y me dice usted: «Amigo Todellas, présteme usted la llave y váyase usted de paseo»; por un amigo todo se hace.

Una chica guapa que se había dejado atrapar. ¡Bonito estaría que don Juan de Todellas se desvelase por tan poco! Caída... seducción... engaño... palabrería ridícula. Pasados los dieciocho años ella no es nunca seducida, sino seductora. A pesar de todas estas reflexiones, el pobre hombre pasó la noche pensando en Cristeta como colegial enamorado de la hermanita de un compañero. <tb>

El resultado de las anteriores y análogas cavilaciones fue que, llegada la noche, cuando don Juan entró a saludarla en su cuarto del teatro, apenas pudieron hablar a solas, le dijo ella sin disimular su pensamiento ni prever la respuesta: Muchas, muchísimas gracias; pero señor Todellas, ¿cómo diablo ha regalado usted eso a una infeliz que no tiene tiempo para coserse una cinta? ¡Y cuidado que es lujoso y bonito!... Sobre todo de buen gusto.

La fiera debía de estar domada y el domador se llamaba don Juan de Todellas. Capítulo V Que puede dejar dudas sobre la compatibilidad del amor y la virtud

Admitiendo esto como cierto, fácilmente puede ser comprendida y apreciada la personalidad de don Juan de Todellas, caballero madrileño y contemporáneo nuestro, cuya manía consiste en cortejar y seducir el mayor número posible de mujeres, con una circunstancia característica: y es, que así como hay quien se deleita y entusiasma con las ciencias, no en razón de las verdades que demuestran, sino en proporción del esfuerzo que ha menester su estudio, así don Juan, más que en poseer y gozar beldades, se complace en atraerlas y rendirlas; por donde, luego de lograda la victoria, viene a pecar de olvidadizo y despegado, entrándosele al alma el hastío en el punto mismo de la posesión.