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Debe, a no dudarlo, aguardar algunas impertinencias... pero, si en algo me estima usted, súfralas con resignación, a fin de no echar a perder las cosas, que no van saliendo del todo mal. Se lo prometo a usted, y aun desearía que la prueba fuese dura, puesto que por usted voy a soportarla. Muchas gracias... pero usted comprenderá que deseo, a ser posible, salir de esta casa sin escándalo.

Vivir en la tierra, es el reposo; en el mar, una lucha eterna, pero lucha vivificadora para el que puede soportarla. Los hombres de la Edad Media tenían en gran aversión y aborrecimiento al mar, «reino del Príncipe de los vientosAsí nombraban al diablo. Al noble siglo XVII disgustábale vivir entre la ruda marinería.

A Clara, que estaba completamente desfallecida y con la cabeza debilitada, le parecía caerse á cada paso, y que el suelo se iba inclinando más cada vez, negándose á soportarla. Llegó á creer que nunca terminaba aquel descender precipitado, hasta que por fin sus pies pisaron en llano. Estaba en la calle de Segovia, y se le figuraba haber caído en un abismo.

Comprendo que la cosa es muy penosa y que a me es más fácil soportarla; pero es la voluntad de la Providencia.

Pero en seguida, temiendo la mirada del desdichado padre de Magdalena y comprendiendo que no tendría fuerzas para soportarla huyó de la habitación, y como si acabara de cometer un crimen fue a refugiarse, en la suya.

El tenor le confió un día, detrás del órgano, que la contralto poseía un medio para sostener la nota final de cada frase, al objeto de que su voz quedara por más tiempo en el oído del auditorio, acto indigno que sólo podía atribuir a un carácter vicioso e inmoral; que el tenor, dependiente muy conocido de una quincallería en los días laborables, y que cantaba los domingos, no estaba dispuesto a soportarla por más tiempo.

»A esta dicha inesperada para él, Carlos lanzó un grito de alegría, levantó las manos al cielo y cayó a mis pies, presa de un delirio que me hizo temblar por su razón y por su vida. Habituado, hacía mucho tiempo, a luchar con el dolor, su corazón no estaba dispuesto para recibir tan agradable impresión, y, demasiado débil para soportarla, sucumbió al exceso de su felicidad.

La monomanía religiosa de su mujer llegaba ya a tan enfadoso extremo que no era posible soportarla... «¿Qué cree usted?, me incocoraba tanto oír a Serafinita el cuento, ya tan viejo y resobado de sus penalidades, que estaba deseando echar a correr... Aquella voz de canturria de coro y aquellos suspiros de funeral me atacan los nervios... Yo soy religioso y creo cuanto la Iglesia manda creer; pero esta gente que se acuesta con Dios y con Dios se levanta se me sienta en la boca del estómago.