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Si los indios miran don indiferencia los bienes suyos propios, los de comunidad los miran con aborrecimiento, y por consiguiente el tiempo que se les emplea en beneficio de ella es lo mismo para ellos que destinarlos para galeras.

Las palabras en todos los hombres han de ser muy medidas, y mas en los Príncipes, porque de la descortesía no se puede esperar sino aborrecimiento, y las mas veces deseo y cuidado de satisfacion y venganza. Palabras descompuestas causan justa indignacion aun en los mas humildes.

Nunca fue Rosas tan lejos como él en su amor y en su entusiasmo por América y en su aborrecimiento de los europeos. Allá a su manera, no sabré decir si de su propio caletre, o de oídas, o por lecturas de algunos libros, Pedro Lobo había sacado o construido una singular filosofía de la historia.

Bajo la sotana del cura latieron por vez primera en el corazón del hombre los impulsos del mal. El ministro de Dios sufrió como las criaturas de barro, y su alma de pureza inmaculada, su mansedumbre, su bondad evangélica, fueron un punto derrocadas por la ira, el aborrecimiento y la venganza.

Aunque por los conciertos pareció que todo quedaba en paz, no se aseguraron los unos de los otros, ni dejaron de vivir llenos de recelos, acrecentando de cada dia mas el aborrecimiento, y cerrada de todo punto la puerta á tratos de concordia; porque como todos se hubieron de declarar, dejó de haber neutrales, y medianeros para averiguar algunas cosas que siempre ocurrian de jurisdiccion: el peligro les hizo apartar, ya que otra razon no pudo.

Porque no se vió de nosotros Príncipe desamparado por malo y cruel que fuese, y quisimos más sufrir su vigor y aspereza, que entregarnos á nuevo señor. No fué preferido el segundo al primogénito. Siempre seguimos el órden que el cielo, y naturaleza dispuso, ni se alteró por particular aborrecimiento ó aficion, con no haber apenas Reino donde no se hayan visto estos trueques y mudanzas.

Lucía se confesó derramando lágrimas; relató sus angustias, sus sueños, las amarguras que en medio del placer sentía, el aborrecimiento, mejor dicho, el desprecio que la grosería de los hombres le inspiraba, el ansia de subir a otra región más elevada, de penetrar en una atmósfera pura y diáfana donde pudiese respirar con libertad.

El aborrecimiento al ejército y a la marina se hallaba tan profundamente arraigado en su corazón, que no podía extinguirse de pronto. Sin embargo, le era forzoso confesar que la conducta nobilísima del capitán Núñez lo había mermado poderosamente.

En fin, D. Manuel había tomado en aborrecimiento su domicilio, y estaba en él lo menos posible. La tranquilidad no existía para él más que en la oficina, donde no hacía más que fumar y recibir a los amigos, y en casa de alguno de estos, como Bringas, por ejemplo. ¡Oh!, ¡cuánto envidiaba la paz del hogar de D. Francisco y aquella dulce armonía entre los caracteres de uno y otro cónyuge!

Y como ella jamás desechaba la gratitud ni la amistad, aunque desechase el amor, todavía, al despedir resueltamente al gaucho por medio de Madame Duval, conservaba por él estimación y afecto. Sólo cuando supo la tragedia de la Tejuca, obra sin duda del injustificado rencor de Pedro Lobo, su amistad y su estimación hacia él se trocaron en aborrecimiento.