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Por suerte la piedra pasó rozándole una oreja y fue á dar violentamente contra un árbol cercano. Detrás de su tronco se guareció Roger de un salto y desde allí efectuó su retirada ocultándose entre la maleza, sin volver al sendero hasta que hubo puesto buen trecho entre su persona y el andrajoso energúmeno.

Llevaba andada más de media alameda y aún no había don Juan logrado que la memoria le aclarase las dudas sugeridas por el espectáculo de aquella mujer. Apretó el paso, adelantose casi rozándole la falda, y a los diez o doce metros se volvió y vino hacia ella, resuelto a mirarla como las águilas miran al sol, cara a cara.

Sus orillas se confunden casi con el valle, y el camino pasa rozándole sus murmurantes y adormecidas olas. Al lado opuesto se ven campiñas bien cultivadas y dos ó tres pueblos análogos al de Sachseln. La longitud del lago no excede de 6,366 metros, con 1,916 de anchura y unos 70 de profundidad; y la navegacion se hace en barquichuelos de sencilla construccion.

Afortunadamente, al chocar con los puntales se partió en dos o tres fragmentos, y Salvador no recibió en su cabeza sino uno de estos, que produjo un mediano porrazo, rozándole después la cara.

Fernando, sin perder su risueña actitud, volvióse hacia Carmen, que estaba inmóvil y pasmada, para decirle: ¿Te gustan los colores? y le señalaba las telas desdobladas. La muchacha no se atrevía a responder ni casi a mirar. El se le acercó afectuoso y la obligó a levantar la cabeza, rozándole con la mano suavemente la redonda barbilla.

Los perros helénicos comprendieron que no era un bárbaro quien osaba pisar el suelo sagrado de la Hélade, lo reconocieron y le rindieron acatamiento moviendo el rabo. Al mismo tiempo Talín se acercó á ellos y cambió con Faón un saludo amical rozándole el hocico.

Callaba María Teresa, como si la excitación de su falsa alegría hubiese cesado de golpe al ponerse en contacto con esta soledad. Apretó más fuertemente el brazo de Fernando, y rozándole el rostro con el ala de su sombrero, murmuró: Di, ¿y si me fuese contigo?... Era una súplica, un murmullo tímido, la petición que se considera imposible, pero se formula como última esperanza.

Otra vez, al querer alcanzar al mismo tiempo un ovillo de estambre que había rodado por la arena del jardín, el pelo de ella, rozándole la cara, le había estremecido, cual si su alma vibrara dentro de su cuerpo. Con frecuencia, sin dar al olvido sus encantos morales, se había parado a grabar en el fondo de su imaginación aquellas líneas que dibujaban un cuerpo formado de bellezas.