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Nueva edición de la famosa fórmula: «Teníamos tomada casa en San Sebastián; pero...». La otra solía decir con laudable franqueza: «Nosotros esperamos a los trenes baratos de Setiembre».

Pero a no me sirven de gran cosa tus cristales... ¡Qué! ¿Eres daltónico? Tal vez... ¡, hombre! y ... ¡los dos! ¡Al fin encontré la fórmula de mi diagnóstico!... ¡Daltonismo moral!... exclamó Melchor, riendo con toda su risa franca y contagiosa. ¿Y usted considera, señor médico le preguntó Lorenzo, en tono por excepción solemne y bromista al par que nuestro «mal» sea curable?

Pasaron los tiempos de la intervención anglofrancesa en el Plata o en Méjico, y la Europa podía, y esta vez con razón, variar la fórmula de Monroe repitiendo: Europe for the europeans! ¿Qué significado actual, real, positivo, tiene hoy, pues, la famosa doctrina?

Si nos fuera dado penetrar en el misterioso laboratorio de las almas y se reconstruyera la historia íntima de las del pasado para encontrar la fórmula de sus definitivos caracteres morales, sería un interesante objeto de estudio determinar la parte que corresponde, entre los factores de la refinada perversidad de Nerón, al germen del histrionismo monstruoso depositado en el alma de aquel cómico sangriento por la retórica afectada de Séneca.

Si en todos los juicios hay afirmacion de identidad ó no identidad, y todos nuestros conocimientos ó nacen de un juicio ó van á parar á él, parece que todos se han de reducir á una simple percepcion de identidad: entonces, la fórmula general de nuestros conocimientos será: A es A, ó una cosa es ella misma.

Por cierto que él no se da cuenta á mismo de esta fórmula, es decir que no hace acto reflejo sobre ella: pero en la realidad la tiene, y la prueba es, que en ofreciéndose el caso, la aplica instantáneamente.

He allí ese ser que se venga del hombre, extraviándole y degradándole, de la degradante posición del débil, a que el egoísmo del hombre le ha relegado. Ved la corrupción arrastrándose por los salones, coronada de rosasYo era indudablemente injusto. ¿Pero qué desgraciado no lo es? Yo había nacido para amar, y del amor sólo había encontrado la fórmula, la frase.

No tengo lástima de tu miseria, y vengo á conocerte, nada más que á conocerte. Señor, yo... Lázaro no encontraba, la fórmula de una explicación. Coletilla sabía por el abate don Gil lo que había sucedido á su sobrino. por qué te han puesto aquí. Un amigo que siguió tus pasos esta mañana me lo ha contado todo. Has levantado la voz en medio de una turba de charlatanes, y te han cogido preso.

»Esta es la pregunta que me hago día por día al ver cómo pierde fuerzas Magdalena y se desvanecen todas mis ilusiones. Le juro a usted, Antoñita, que al entrar por la mañana en su cuarto no le pregunto a su padre por mera fórmula: » ¿Cómo vamos? »Así, que al responderme: «Está peor», me asombro de que no me diga. «¿Estás peor?» »Ya no puedo recrearme en mis ensueños.

Más adelante se me llamó ya por mi nombre sin suprimir en absoluto la fórmula de precederlo por la palabra señor, pero olvidándola con mucha frecuencia. Sucedió después que el «señor de Bray» yo decía ordinariamente señor de Bray no estuvo de acuerdo con el tono de nuestras conversaciones: y cada uno de nosotros lo advirtió como nota desafinada que hiere el oído.