United States or Botswana ? Vote for the TOP Country of the Week !


Las pasiones están adormecidas, los odios descansan, los temores desaparecen, los partidos rivales marchan como hermanos cogidos de la mano, los enemigos se besan en la plaza pública. Esos hermosos días son como un alto preparado de etapa en etapa en un camino sangriento. Altos parecidos se encuentran en la vida más agitada y más desgraciada.

Detrás de él, hacía el cochero restallar con fuerza su látigo y allá en el fondo del valle se oía el pausado martilleo de un herrador; durante los intervalos de silencio se percibía, como sones de pífanos invisibles, el canto de las alondras. Poco a poco todos estos rústicos rumores fueron despertando en el alma del inspector general el recuerdo de cosas desde largo tiempo adormecidas.

Ojeda, con su lírico entusiasmo, reconstruía los pensamientos de la muchedumbre cosmopolita que iba hacia el Sur tendiendo las manos tras el aleteo de la diosa sin cabeza. Este nombre circulaba como una música por el mundo viejo, despertando las almas adormecidas.

El sol inundaba de luz las soledades del espacio, animando y engrandeciendo el vastísimo paisaje. Largos y monótonos zumbidos de cigarras y de otros insectos voladores poblaban el aire de un sordo y soñoliente murmullo, que convidaba á la siesta. Callaban las aves, adormecidas por el calor, y callaban también los hombres, atentos al deicidio que se preparaba en los cielos.

Los villaverdinos no se entusiasman por nada; hay en su vida algo o mucho de la inmovilidad budística, sólo comparable con esas lagunas adormecidas, en cuyas aguas, eternamente límpidas y serenas, se retratan como en espejo clarísimo las copas de los árboles, los pompones de la enea y la obscuridad de las cercanas espesuras; lagunas perdidas en lo más recóndito de los bosques, muertas, heladas, sin peces ni ovas, que cualquiera creería de cristal, que no se estremecen al beso de la luz meridiana, cuyo reposo no turban cefirillos juguetones ni huracanes bravíos.

El asunto de los deslindes llevándole de nuevo a Val-Clavin, que él creía no ver jamás; la hospedería del Sol de Oro, en que se encontraba de nuevo frente a frente con sus antiguos huéspedes y en donde su llegada despertaba las adormecidas maledicencias de otros días; su encuentro con el hijo de su antigua amante, con ese Simón cuya tranquilidad de espíritu se exponía a turbar para siempre, ¿no eran otros tantos signos precursores de alguna terrible desgracia?

El sol caía de plano calcinando el blanco polvo de la carretera, y las hojas de los temblorosos álamos, que bordeaban el camino, habían suspendido su eterno movimiento, adormecidas bajo el peso de una temperatura agostadora. Un perro de raza dudosa, lomo rojizo, orejas de lobo y prolongado hocico, caminaba con el rabo caído, la mirada triste, la boca abierta y la lengua colgante.

Ante la escalinata del hotel, la esperaba el automóvil, una máquina soberbia que había costado á Sánchez Morueta cincuenta mil francos en París y de la que apenas hacía uso, habituado como estaba al carruaje de sus primeros años de opulencia, el cual, al mecerle sobre los relejes del camino, le hacía pensar en sus negocios, como si el movimiento sacudiese sus ideas adormecidas.

En fin, hácia las márgenes se ven donde quiera graciosísimas aldeas, unas trepadas como centinelas del lago sobre el recuesto de alguna loma, otras sobre la ribera misma, adormecidas á los suspiros de las ondas, á la sombra de algun peñasco enorme, en el fondo de un puertecito en miniatura donde se balancean suavemente algunos barquichuelos toldados con telas de color azul.

En esta vida tan sin emociones, el juego sacude los espíritus enervados, el licor enciende las imaginaciones adormecidas.