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El asombro de la santa era tan grande, que no lo podía expresar. Abría la boca, maravillada, cual si presenciara un milagro. «Pero de veras que ... Mira, hijo, si quieres que yo crea en ese estado de tu espíritu, es preciso que me lo pruebes...». ¿Cómo he de probártelo? Vamos a ver dijo la virgen y fundadora, con resolución . ¿A que no haces una cosa?

11 Por tanto yo no reprimiré mi boca; hablaré con la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma. 12 ¿Soy yo un mar, o dragón, que me pongas guarda? 13 Cuando digo: Mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas; 14 entonces me quebrantarás con sueños, y me turbarás con visiones. 18 y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes?

Después que hubo terminado la partida, don Jorge se retiró con el joven especulador detrás de la puerta, y allí le dijo estas o parecidas palabras: Tomás, eres un buen muchacho, pero no sabes jugar ni por valor de un centavo; no lo pruebes otra vez si has de seguir mis consejos.

Entonces dijo doña Beatriz: Vamos, vamos..., dejémonos de niñerías. No me pruebes ahora no ya que eres viejo, sino que eres mucho más niño que yo. Alegrémonos, serenémonos y vamos a divertirnos hasta donde sea posible.

Yo te enseñaré a ser práctica, y cuando pruebes el ser práctica, te ha de parecer mentira que hayas hecho en tu vida tantísimas tonterías contrarias a la ley de la realidad». Fortunata, preciso es decirlo, no estaba contenta, ni aun medianamente.

Porque es muy fea.... Se puede querer a la hija de la Canela cuando se tienen los ojos cerrados; pero cuando se abren los ojos y se ve a la señorita Florentina, no se puede querer a la pobre y enana Marianela. Quién sabe.... No puede ser.... No puede ser afirmó la vagabunda con la mayor energía. Eso es un capricho tuyo.... No puedes decir si agradas o no a tu amo mientras no lo pruebes.

Pero «el clérigo»le decía a Fonseca: «¡Lo que yo digo es lo que dijo en su testamento la buena reina Isabel; y me quieres mal y me calumnias, porque te quito el pan de sangre que comes, y acuso la encomienda de indios que tienes en América!»Y a Sepúlveda, que ya era confesor de Felipe II, le decía: « eres disputador famoso, y te llaman el Livio de España por tus historias; pero yo no tengo miedo al elocuente que habla contra su corazón, y que defiende la maldad, y te desafío a que me pruebes en plática abierta que los indios son malhechores y demonios, cuando son claros y buenos como la luz del día, e inofensivos y sencillos como las mariposas.»Y duró cinco días la plática con Sepúlveda.