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De composición muy semejante á las mitológicas, y con el propósito también de interesar los sentidos por la pompa escénica y por el cambio continuo de decoraciones, son la mayor parte de las comedias, cuyo argumento ha sacado Calderón de novelas y poesías antiguas. Con arreglo á las palabras que leemos en El maestro de danzar,

En otro lugar leemos: «En las escabrosidades de las altas montañas de todas las islas Filipinas, y en las espinosas de sus impenetrables bosques, habitan numerosas razas ó tribus de infieles, hasta cuyos desgraciados individuos no ha penetrado aún, por desgracia, la luz del cristianismo y de la civilización.

El amparo del Monarca, sin embargo, favoreció todavía al teatro por largo tiempo. Más adelante veremos en la vida de Calderón que la corte de Carlos II le dió el encargo de escribir diversas obras para fiestas reales; leemos también, que, á costa de la casa Real, se dieron al pueblo algunas representaciones teatrales.

Cuando leemos estas poesías, nos imaginamos entrar en un mundo poético completamente nuevo, en una galería infinita de cuadros de afectos y de esfuerzos humanos, de amor y de odio, de alternativas y cambios de fortuna. ¡Qué variedad de sucesos tan rica é interesante, y cuán poderosamente encadenan nuestra atención! ¡Cuánta gracia y cuánta dulzura en las escenas galantes y amorosas! ¡Cuánto ingenio resalta en las burlas! ¡Qué maravillosa diversidad en los juegos del acaso, y en los infinitos cambios que produce! ¡Cuánta corrección en los contornos de todos estos cuadros, sin omitir un solo rasgo! ¡Qué luz tan brillante, qué fuego en el colorido!

A propósito de la venida de la comisión científica, leemos en un precioso manuscrito que existe en la Biblioteca de Lima, titulado Viaje al globo de la luna, que el pueblo limeño bautizó a los ilustres marinos españoles don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa y a los sabios franceses Gaudin y La Condamine con el sobrenombre de los caballeros del punto fijo, aludiendo a que se proponían determinar con fijeza la magnitud y figura de la tierra.

Nadie como Betánzos, al referir las obras, hechos, acciones y pasiones de los indios peruanos, retrata con más verdad el carácter de esta gente, su flema, su calma, y los súbitos arranques de crueldad, alegría, tristeza ó miedo que con ella contrastan; las cosas, en su historia, suceden á lo indio, no como en Cieza y Garcilaso y otros las leemos, á la española, ó quizá á la romana y á la griega.

Nosotros protestamos cuando leemos que la fuerza se antepone al derecho, y aplaudimos cuando en la práctica la vemos hipócrita no solo torcerlo sino ponerlo á su servicio para imponerse... Por lo mismo que amo á España, ¡hablo aquí y desafío el fruncimiento de sus cejas!

Cuéntase en este canto como un indio llamado Obera se intitulaba hijo de Dios, y á un hijo suyo, Papa, y á otro Emperador; y como Garay entró en los Nuaras, y de vuelta rompiò la palizada de Yaguatatì. El abeja convierte, como vemos, Las flores en la miel dulce y sabrosa, Del araña y la vìbora leemos, Que en ponzoña las vuelve ponzoñosa.

Y por primera vez en su vida experimenta una tenue y vaga tristeza. Decididamente, la sabiduría humana es cosa deleznable. ¿Para qué sirven los sabios? ¿Para qué sirven estos libros que leemos creyendo encontrar en ellos la verdad infalible? Y Sarrió ha confesado a Azorín su amargura. Y Azorín le ha dicho: , querido Sarrió, los libros son falaces; los libros entristecen nuestra vida.

Maltrana parecía desconcertado por la gravedad con que hablaba Zaratustra. Donde veas telarañas sólo verás salud continuó . Eso no lo saben los mediquillos de Madrid, que, porque leen libros, se burlan de los sabios como yo, que leemos en la tierra y en el cielo. En las casas de las ciudades no hay telarañas, y todos andan esmirriados, amarilluchos y mueren jóvenes.