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Nadie en Madrid pidió cuentas a Currita de la sangre de Velarde, derramada a la vista de todos por culpa suya, y ahora le arrojaban al rostro la de Sabadell, de la cual se hallaba inocente y hubiera ella rescatado con gusto a costa de cualquier sacrificio... Porque el dolor de la dama fue en realidad grande, aunque no expansivo ni alborotado; uno de esos dolores, por decirlo así, secos, propios de las almas enérgicas, que se repliegan sobre mismos en el fondo del corazón como para no perder su energía, a la manera que el gladiador herido encuentra fuerzas en su misma agonía para encoger el cuerpo y doblar los músculos, e intentar un último y más formidable avance... Aquella débil mujercilla encerraba en su endeble cuerpo una de esas almas enérgicas que se crecen a la vista del peligro y lo desafían, y no necesitan en el dolor apoyo ni cómplices en el crimen; bastábase ella misma a misma, y sacudiendo los terrores que la habían invadido la víspera, con el vigoroso empuje del toro que arroja lejos de los rejones que le lastiman y embarazan, aprestóse a la defensa, decidida a arrostrar a pie quieto y con firmeza todas las consecuencias de aquella horrible noche.

Y al mismo tiempo que sentía como un descanso espiritual, y un orgullo animal, de macho, el remordimiento de haber engendrado le punzaba con los primeros dolores de la paternidad, que van formando, por aglomerados de sobresaltos, penas extrañas, que lastiman como propias, la santa caridad del amor a los hijos.

Y se estiró sobre los almohadones, echándose una manta encima de las piernas. ¡Ay! ¡ay! exclamó a los pocos instantes. ¡Cómo me lastiman las botas!... ¡Claro, como las he humedecido primero y luego puse los pies sobre el calorífero, se han contraído!... Vamos, padre añadió sonriendo graciosamente, sírvame de doncella una vez siquiera... Quítemelas usted, que yo no puedo.

La vida es combate de pasiones, que unas a otras se hieren y lastiman: serás de esos hombres que por vocación de caridad se mezclan en la pelea, llevando en su alma la mina inagotable de la piedad y en sus labios el manantial perenne de la esperanza.