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El culto religioso de estos naturales no es sino esterior; de modo que su conciencia está enteramente agena de todo género de escrúpulos. Los hombres se franquean espontáneamente sus mugeres, las que por su parte se entregan tambien cuando quieren á todos sus parientes.

Pero dejemos á un lado ejemplos y comparaciones, que pueden tomar ciertos visos y vislumbres de murmuración, y sigamos al P. Jacinto, y penetremos con él en casa de Doña Blanca, donde tan difícil era entrar para el vulgo de los mortales. Merced á la autoridad del reverendo, y siguiéndole invisibles, todas las puertas se nos franquean. Ya estamos en el salón de Doña Blanca. Clara borda á su lado.

Navarro queda solo en la guardia, entorna la puerta y con su florete defiende la entrada; catorce heridas entre golpes de sable y bayoneta lo franquean; y el alférez, apretándose con las manos tres bayonetazos que ha recibido cerca de la ingle, con el otro brazo cubriéndose cinco que le han traspasado el pecho, y ahogándose con la sangre que corre a torrentes de la cabeza, se dirige desde allí a su casa, donde recobra la salud y la vida después de siete meses de una curación desesperada y casi imposible.

Ella sorprende esa mirada, y ruborizándose un poco echa para atrás los indomables bucles. Caminan un instante en silencio, uno al lado del otro. La joven baja los ojos y sonríe, como si de pronto se hubiera apoderado de ella la timidez. Franquean los dos la gran puerta cochera sin haber reanudado la conversación. Juan mira a su alrededor y suelta un grito de admiración.

Dan animación a este paisaje, aquí una cabra levantada sobre sus patas traseras que parece suspendida de los verdes festones; allá una pequeña carreta tirada por grandes bueyes, y el chirrido ronco y continuo de la rueda y la canción salvaje del Dragoubras, y el aspecto ágil del montañés de Arrés que monta en pelo a uno de esos caballitos negros, de pelo rizado, de ojo brillante, de patas nerviosas, que franquean los salientes de la costa con tanta ligereza como un camello.