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Mientras que la munificencia de S. M. derrama sus beneficios sobre este antiguo alcázar de sus predecesores que tantas ideas de grandeza recuerda, la autoridad militar puede principiar á dar importancia al departamento de SANTA ISABEL. En el salon debe colocarse un sólio para la celebracion del acto imponente de las visitas de cárcel. ¿No debe experimentar un Capitan General una sensacion profunda al considerar que administra justicia y aun dispensa gracias, donde antiguamente las dispensaron los reyes?

La exagerada propensión á lo maravilloso y sobrenatural, la falta de verdad y de profundidad de los afectos, la confusión de la geografía y de la historia, la difusión y palabrería de la exposición, defectos comunes á este linaje de composiciones, que excitaron la bilis de los hombres más instruídos, pasaban desapercibidas para la generalidad de los lectores, que le dispensaron la más favorable acogida hasta principios del siglo XVII. Desde entonces, ya á causa de obras notables poéticas, distintas en todo de las anteriores; ya á consecuencia del estudio que se hizo de los excelentes modelos italianos, que trataban de los mismos asuntos; ya, en fin, á causa de las acerbas burlas de Cervantes, se abandonó casi por completo la lectura favorita de esos libros.

Aquellos individuos merendaban alegremente, y nos dispensaron una acogida cariñosa, brindando, así que entramos, a nuestra salud. Observé que, en medio de la confianza, don Jenaro infundía cierto respeto a todos. De las tres muchachas, una se llamaba Concha la Carbonera: era delgada, de un rubio ceniciento, mejillas pálidas y marchitas y ojos azules, fieros y desvergonzados.

Al apearme del coche, fui recibido por la Vizcondesa y su hija, que me dispensaron la más amable acogida. Esperaban al general, que continuaba en Bigorre; pero ¡cuál fue mi sorpresa cuando, al entrar en el salón, vi a Enrique de Castelnau reclinado en un canapé y leyendo un periódico!...

La protección, que le dispensaron dos grandes generosos, el conde de Lemos y D. Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, hicieron los más felices los últimos años de su vida, y le proporcionaron tranquilidad suficiente para realizar sus planes poéticos, como el de la continuación de la Galatea, la comedia El engaño á los ojos, dos obras desconocidas, el Bernardo y Las Semanas del Jardín, y la novela Persiles y Segismunda, única que nos ha conservado el tiempo.

En los años de 1620 y 1622 tomó parte en el certamen poético, celebrado con motivo de la beatificación y canonización de San Isidro . A los diez y nueve años abandonó la Universidad y se trasladó á Madrid, en donde muchos grandes le dispensaron su favor, y á los veinticinco entró, por su propia inclinación, en el servicio militar, y estuvo en Milán, y después en Flandes.