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Instintivamente, sin darse el trabajo de desenmarañar los confusos pensamientos que le asaltan, ve con la imaginación á la duquesa de Delille. ¿Por qué ha abandonado el príncipe sus prudentes doctrinas?... Se acuerda, como de un pasado dichoso, de los tiempos en que florecían «los enemigos de la mujer». No han transcurrido mas que cuatro meses, y parece que sean siglos. ¡Un duelo en plena guerra... y con un oficial!... ¡Y este oficial es Martínez, su héroe!...

El capitán entendía de negocios y sabía desenmarañar los más confusos. Febrer y él estaban reñidos desde el día anterior; pero no importaba: Valls era un verdadero amigo. No digas a nadie que me voy añadió Jaime . Sólo debes saberlo ... y Pablo. Tienes razón al decir que es un amigo fiel. ¿Y cuándo te vas?... Esperaba el primer vapor que saliese para Ibiza.

Pablo Valls no le escribía porque estaba enfadado con él. ¡Marcharse sin avisarle!... Pero era un buen amigo y se ocupaba en desenmarañar sus asuntos. Tenía para esto una habilidad diabólica. ¡Al fin, chueta!... Ya le daría más noticias.

Pensaba que era destino de las leyes no ménos socorrer á los ciudadanos que amedrentarlos. Cifrábase su principal habilidad en desenmarañar la verdad que procuran todos obscurecer. Sirvióse de esta habilidad desde los primeros dias de su administracion.

Su madre deseaba que fuese abogado, para que pudiera desenmarañar la fortuna de la familia, gravada y revuelta con hipotecas y préstamos. Su equipaje fue enorme, un verdadero ajuar de casa, y el bolsillo lo llevaba bien provisto. Un Febrer no podía vivir como un simple estudiante. Fue primero a Valencia, por creer la madre esta población menos peligrosa para la juventud.

El pantalón tenía los bordes levantados sobre unas babuchas blancas que contenían sus pies desnudos. En el lugar del corazón llevaba bordada una cifra, cuyas letras no pudo desenmarañar Ulises. Encima de esta cifra avanzaba su punta un pañuelo asomado á la abertura del bolsillo.

Siempre enfadado con Febrer, pero moviéndose hábilmente para desenmarañar sus asuntos. El contrabandista tenía fe en Valls. Era el más listo de los chuetas y generoso como ninguno de ellos. Indudablemente sacaría a flote los restos de la fortuna de Jaime, y éste podría pasar su existencia en Mallorca tranquilo y feliz. Más adelante recibiría noticias del capitán.