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Si se estudian las estadísticas de la vida moral de Paris se ve que las cifras desconsoladoras y terribles se aumentan cada año: los matrimonios deshechos, los suicidios, las nuevas casas de juego, las grandes fortunas que se desploman, las aterradoras miserias que aparecen, los procesos de los tribunales que se duplican, las casas de correccion que se llenan, en una palabra, los datos que cada año se publican referentes al estado moral de la sociedad de Paris, son bastantes para desalentar el ánimo y casi postrar la fe en el progreso.

Tantas cosas tristes, tantas reflexiones desconsoladoras inundaban el alma de aquellos valientes, que nadie sentía deseos de hablar.

Morsamor suponía que el humano linaje iba subiendo a más altas esferas de bondad y de luz y que él contribuía enérgicamente a la ascensión magnífica, predeterminada por el cielo. Desconsoladoras reflexiones venían al punto a invalidar o al menos a poner muy en duda, el valer de esto último.

Tal vez allí hubiera podido alejar de aquellas ideas tristes, desconsoladoras que se clavaban en su cerebro como alfileres en un acerico. Si estaba siendo una tonta. ¿Por qué no había de hacer lo que todas las demás?». En aquel instante pensaba como si no hubiera en toda la ciudad más mujeres honestas que ella. Se puso en pie; estaba impaciente, casi airada.

Las desconsoladoras descripciones de tifones que frecuentemente leemos, nos patentizan más y más que la María Rosario estuvo en inminente peligro de haber seguido la misma suerte que el Malespina. Dios, sin embargo, no tenía contados nuestros días, y con la calma de los vientos y de los mares se tranquilizaron los espíritus, armonizándose las costumbres y la manera de ser de á bordo.

Las mismas contestó Vérod, mirándole en los ojos; pero más urgentes, más desconsoladoras que las que usted recuerda. Usted me conoce, ¿no es cierto? Yo también lo he reconocido en el acto. Usted sabe que yo vi demasiado temprano la miseria, el vacío, el horror de la vida.

En suma, yo infiero, de lo que me dices, estas desconsoladoras y amargas verdades; que te has burlado de ; que mi segunda juventud, mis hazañas y mi gloria fueron soñadas; que mis delitos también lo fueron; y que siéndolo, quedan en duda las energías de mi ser y no merezco ahora, ni más ni menos que antes, alabanza o vituperio, galardón o castigo.

Pero, como no hay atajo sin trabajo, de esta otra guerra, que es la industrial y comercial, nacen temerosas perturbaciones, duros padecimientos, horribles desengaños y desconsoladoras ruinas. No me incumbe explicar esto ni hacer aquí la sátira del modo de ser de las sociedades modernas.

Salvador y D. Benigno hablaban de política, cada cual según su criterio, su experiencia y diversos conocimientos; el segundo inclinado, a las generalidades, a las teorías; el primero más aferrado a los hechos, y deduciendo de la incompatibilidad de estos con la idea, desconsoladoras consecuencias; Cordero dejándose llevar del optimismo y confiando mucho en el entusiasmo, en la virtud de los hombres y en la fuerza de ciertas ideas; Salvador inclinándose al pesimismo, revelándose muy aleccionado por la experiencia, creyendo poco en las personas y menos en las ideas verdes y desazonadas.

La falta de pago de este impuesto se castiga con trabajos públicos. En el cuadro que precede, y conste que no esta recargado, hay sombras desconsoladoras que es preciso desaparezcan. Ni somos partidarios de las extremadas complacencias, ni de las sistemáticas prevenciones.