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Lo que quiero yo respondió Leto con los ojos espantados y la melena erizada , es que considere usted que la hija de don Alejandro Bermúdez, yendo confiada a mi cuidado en un barquichuelo gobernado por , por una imprudencia mía ha estado a punto de perecer... ha debido de ahogarse... ¿Puede usted considerar esto?

Al cabo, no soy esparciata para dar muerte a mis hijos enfermizos, aunque tenga que ser esparciata y tengamos que ser esparciatas todos los españoles para tragar la salsa negra, si siguen las cosas así. Considere el pío lector que esta Meditación es como un entretenimiento y nada más, y sea verdaderamente pío, que harto lo exige el caso.

Trémulo, con los ojos ardientes, salta a tierra el primogénito y va contra su padre, que le espera en medio del camino con el bastón enarbolado. Detrás se extiende la hueste de mendigos, que tiemblan de miedo y de frío bajo sus harapos, al intentar interponerse. Señor Don Pedrito, considere que es su padre, y que le ha dado la vida, y que puede quitársela. ¡El padre es como el Dios del Cielo!

Observándola, consideré cuánto había ganado en encantos y atractivos aquella criatura, añadiendo a sus bellezas naturales, a su discreción e ingénito saber, la dulce cortesanía y las gracias que infunde el trato frecuente con personas distinguidas y superiores. En su cara advertí el extraño realce que da la conciencia del propio mérito, lo cual no es lo mismo que vanidad.

Y considere también que considerando de usted como de la luz, nada le ruego, ningún bien imploro de quien tanto puede y es para dueña de tanto bien. Sólo deseo que me deje vivir bajo esa influencia que, emanando del simple brillo de sus perfecciones, tan fácil y dulcemente realiza mi perfeccionamiento. Sólo pido ese caritativo permiso.

Y para eso estuve dando paseos por las calles hasta las dos de la madrugada, y cada poco tiempo pasaba por aquella con toda lentitud y me detenía algunos instantes a ver si la ventana se abría y el aborrecido rival llegaba. No fue así. Me consideré dichoso, como si fuese gran fortuna.

13 Y salí de noche por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y a la puerta del Muladar; y consideré los muros de Jerusalén que estaban derribados, y sus puertas que estaban consumidas del fuego. 15 Y subí por el arroyo de noche, y consideré el muro, y regresando entré por la puerta del Valle, y me volví.

No poder conocer la amistad reposada, la maternidad tranquila. ¡Siempre el amor saliéndome al paso!... Yo, que en mi juventud consideré como única finalidad de la vida inspirar admiración y deseo, bien castigada estoy... Busqué en ti el apoyo del amigo, y me deseaste en seguida.

Excitada de súbito mi imaginación, me consideré ya como novio de la monja, y saltando por encima de todos los pasos que debían, como es lógico, preceder a este beatífico estado, me recreaba pensando en la originalidad de conducir al tálamo a una religiosa.

No me ha parecido supérfluo contar estas menudencias, para que quien en los hombres apostólicos no mira otra cosa que conversiones de infieles, adviertan también cuánto les cuestan y considere si tiene necesidad de una generosísima caridad quien se emplea en buscar la gloria de Dios y en mirar por la eterna salvación de las almas.