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Aparece al fin la Reina, á la cual se ha mandado buscar, y se rinde homenaje á su hijo como al sucesor legítimo del trono. La inocente sangre. La judía de Toledo. Los novios de Hornachuelos. Peribáñez y el comendador de Ocaña. Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna. El Hidalgo abencerraje. La envidia de la nobleza y el cerco de Santa Fe. Las cuentas del Gran capitán.

Peribáñez y el comendador de Ocaña. Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna. El Hidalgo abencerraje. La envidia de la nobleza y el cerco de Santa Fe. Las cuentas del Gran capitán. El Nuevo Mundo descubierto, y algunas otras. 33 CAPÍTULO XIV. La Estrella de Sevilla. Porfiar hasta morir. El mejor alcalde, el Rey. La carbonera. La niña de plata. La corona merecida. El vaquero de Moraña.

Los segundones de la casa de Febrer, al mismo tiempo que recibían el agua del bautismo, llevaban cosida a sus pañales la cruz blanca de ocho puntas, símbolo de las ocho bienaventuranzas, y al ser hombres capitaneaban galeras de la Orden belicosa y acababan sus días como ricos comendadores de Malta, contando sus proezas a los hijos de sus sobrinas y haciéndose cuidar achaques y heridas por esclavas infieles que vivían con ellos, a pesar del voto de castidad.

Lope Meléndez, ansí Se humillan cuellos bizarros De vasallos tan soberbios. Esta escena admirable ha sido imitada por Moreto en su famoso Valiente justiciero . Peribáñez y el comendador de Ocaña, Los comendadores de Córdoba y Fuente-Ovejuna, son tres dramas de asuntos análogos, en cuanto los tres tienen por objeto representar la tiranía y los abusos de los comendadores de las Ordenes militares.

Aquellos esclarecidos linages que dieron á España vireyes, embajadores, adelantados, ricos-hombres, duques, condes, marqueses, señores de vasallos, prelados, pages y damas de reyes, maestres, comendadores y caballeros de órdenes militares, de la Banda y del Toison, de S. Juan y de S. Jorge; aquellas ilustres y grandes casas que ganaron estados y blasones en las guerras de Andalucía, de Castilla, de Aragon, de Portugal, de Oran y Mazalquivir, de Italia, de Flandes, de las Indias Occidentales, perdieron su influencia en el Estado, dejaron de ser los pilotos de la gran nave de la monarquía española. ¿Qué mucho que los asientos de su antiguo poderío se vayan desmoronando abandonados, si ya los grandes no son los fuertes; si constituida la sociedad sobre la base de que toda ley y toda justicia emanan del trono y de la representacion nacional, queda abolido el ministerio público de la aristocracia; si en aquellos baluartes, en aquellos salones, en aquellas torres de homenage no hay ya asaltos que rechazar, agravios que reparar, cuestiones que decidir, juramentos que prestar?

Al fin salió de España aquesta armada Muy rica, muy hermosa y muy lucida; De todos adherentes abastada, Aunque hubo despues hambre muy crecida. La gente que embarcó era extremada, De gran valor, y suerte muy subida, Mayorazgos è hijos de Señores, De Santiago y San Juan comendadores.

Y creo que no se engaña, como yo creo que si fray Luis es ya santo, acabará por ser mártir, tanto más, cuanto no hay fuerzas humanas que le despeguen del rey; y como el padre Aliaga es tan español y tan puesto en lo justo, y tan tenaz, y tan firme, con su mirada siempre humilde, y con su cabeza baja, y con sus manos metidas siempre en las mangas de su hábito... ¡motilón más completo!... Si yo no tuviere tantas penas, sería cosa de fenecer de risa con lo que se ve y con lo que se huele; más bandos hay en palacio que bandas, y más encomendados que comendadores, y más escuchas que secretos, aunque bandos, encomiendas y enredos, parece que llueven.