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De noche, sin embargo, no faltaba algazara en el piso principal, hubiera sobrinas o no. En el segundo, de día y de noche había aventuras, pero silenciosas. Un personaje de ellas siempre era Paquito. Cuando estaba sereno, juraba que no había cosa peor que perseguir a la servidumbre femenina en la propia casa; pero no podía dominarse. Videor meliora, le decía don Saturno sin que Paco le entendiese.

Todas somos de la familia: esta buena moza es su tía carnal; estas dos son sus hermanas, que en la cara se les conoce; estas tres gordinfloncitas son sus primas por parte de madre; yo y esta borradita, sus sobrinas, aunque no lo parezcamos; la de más allá, esa negra chicharrona, es la mama que la crió; ésta es su... Basta, basta con la parentela, que es larguita interrumpía el lego sonriendo.

Pasaba largo rato; se oía el manoteo del piano en la sala; Agapo pensaba que serían sus sobrinas, Susana y Angela. La puerta volvía a abrirse y el criado entregaba un billete al atorrante, con este recado: Dice el señor que no venga usted con tanta frecuencia. Si no he vuelto desde el mes pasado... pero diga usted al señor que no le incomodaré más.

En la época en que venían las sobrinas, había además de tertulia conciertos, comidas, excursiones al campo, todo como en los mejores tiempos.

Viudo desde muy joven, tenía sus dos hijas bajo la vigilancia de criadas jóvenes, a las que más de una vez sorprendían las pequeñas señoritas abrazadas a papá y tuteándole. La señora de Dupont indignábase al conocer estos escándalos y se llevaba las sobrinas a su casa para que no presenciasen malos ejemplos.

Lo mismo piensa la Patros, ¿sabe? la mayor de las sobrinas. ¿Esa que me has dicho tiene el pelo entrecano y bizca un poco? No; esa es la otra. Ya, ya... Patros es la que tartamudea, y padece de temblores. Esa.

Al ver á su esposa, se imaginó Ulises que no había transcurrido el tiempo. La encontró lo mismo que al partir, con las dos sobrinas sentadas á sus pies, fabricando blondas interminables y sutiles sobre los colchoncillos cilíndricos apoyados en sus rodillas. La única novedad de la llegada del capitán á esta vivienda de monástica calma fué que don Pedro se abstuvo de su visita.

Ellas hacían frente a todos: bastaba pararse ante sus rejas para entablar diálogo, y los que pasaban sin detenerse eran perseguidos por las risas y los siseos irónicos que sonaban a sus espaldas. La viuda de Dupont no podía dominar a sus sobrinas, y éstas, por su parte, así como iban creciendo, mostrábanse más insolentes con la devota señora.

La fama de este centro de enseñanza, establecido en un bosque de varias leguas, con lagos, montañas y palacios, había llegado confusamente hasta sus oídos. Le bastaba con saber que vivían en él varias hijas y sobrinas de antiguos presidentes. Y allá, envió á Mina, poco antes de su muerte.

Los segundones de la casa de Febrer, al mismo tiempo que recibían el agua del bautismo, llevaban cosida a sus pañales la cruz blanca de ocho puntas, símbolo de las ocho bienaventuranzas, y al ser hombres capitaneaban galeras de la Orden belicosa y acababan sus días como ricos comendadores de Malta, contando sus proezas a los hijos de sus sobrinas y haciéndose cuidar achaques y heridas por esclavas infieles que vivían con ellos, a pesar del voto de castidad.