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Las paredes y el techo de la gruta tenian una hermosura luminosa increíble; por todas partes se escapaban hilos de agua purísima como cascadillas de perlas sonrosadas, y los muros presentaban colores muy variados, ya el blanco de la esmeralda pálida ó el blanco mate de la nieve, ¡Qué indifinible emocion la que sentímos allí, cogidos de la mano, en aquella atmósfera de la mas deliciosa frescura, bajo esa bóveda de cristal húmedo y tornasolado, aislados del mundo entero y en inefable arrobamiento!... Nuestro guia habia trepado por la escalera para darnos el ejemplo; por eso no pudo percibir si un eco delicioso del interior de la gruta era producido por el rumor de las cascadillas microscópicas, ó por un ósculo de infinito amor que habia saludado aquella mansion de los misterios de la naturaleza.... Cuando salimos á lo alto de la escalera nos parecia que habíamos vivido en cinco minutos diez años de ventura desconocida.

El Jeneralife se compone de un laberinto de glorietas, pabellones, miradores, fuentes caprichosas, baños, huertos, jardines y mil primores artificiales, donde fueron profusamente aglomerados y bien dispuestos los ricos marmóles y jaspes, los bellos estucos, los delicados arabescos, los lindos azulejos, las cascadillas, las terrazas, los grupos de arrayanes, naranjos, jazmines, granados y rosales formando las mas graciosas figuras, y cuanto era característico del arte oriental, tan hábil en la disposición de los colores, la orientación de los edificios, la distribución de las aguas y el cultivo de las plantas.

En otras partes, el valle se estrecha: la carretera gira sobre el borde de alguna falda ó barranca que domina las ondas del rio; este salta, se disloca y retuerce espumante sobre su revuelto lecho de pedriscos; los cerros se levantan á uno y otro lado como murallas colosales, ofreciendo las mas románticas formas en sus altas cavernas, sus rugosos relieves, sus enormes grietas verticales; sus derrumbes, sus picos desiguales y severos, sus cascadillas que se lanzan al valle en delgados hilos para convertirse en menudo polvo argentino, sus matorrales ásperos y tristes flotando casi al viento y apénas adheridos á los intersticios de las rocas, y sus franjas superpuestas de un verde sombío, guirnaldas de abetos enhiestos que las nieves respetan en las montañas de los Alpes, dejándoles su eterna majestad.