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Berna adquirió en esos tiempos gran reputacion militar, primero sola ó aliada á Friburgo y otros países, despues confederada con los cantones de la liga fundamental; y sostuvo constantemente luchas muy violentas y gloriosas para los Berneses, ya contra los emperadores de Alemania y los duques de Austria, ya contra las coaliciones de otros príncipes y señores feudales, algunas formidables.

El canton de los Valles ó Valais está comprendido entre dos grandes cadenas de los Alpes: la que al sur continúa la del Monte-Blanco y, partiendo límites entre Italia y Suiza, va á bifurcarse en las alturas que médian entre Gries, Fibia, y Mutthorn, separando allí á los cantones del Tesino, los Grisones y los Valles, y la que al norte se desprende del nudo colosal de montañas llamado Diechterhorn, donde tiene sus fuentes el Ródano, y con el nombre general de «Alpes Berneses» va á terminar con una de sus ramificaciones en los contrafuertes de los Diablerets, cerca del lago Leman, entre los cantones de Valles y Vaud.

De ese modo, el Jorat es el lazo de union trasversal entre los Alpes berneses y los montes jurásicos.

Pero los Berneses, cuyo nombre les da parentesco con los osos, no se han contentado con tributar culto al animal, en pintura ó escultura. La ciudad mantiene con sus rentas tres ó cuatro grandes osos negros, en una fosa circular situada en la márgen derecha del Aar, y la manutencion de los feroces brutos le cuesta no poco dinero al vecindario.

Al frente se ven las complicadas serranías de los Alpes berneses, cubiertas de abetos ó praderas en sus faldas, ó mostrando algunos flancos y picachos desnudos, y en cuyas mas altas eminencias brillan como coronas de diamante los nevados de «Diablerets, Arbelt, Strubel, etcEn el fondo se ve el valle del Ródano, violentamente truncado en ángulo recto, y los valles convergentes del «Dranza», rio que desciende de la cadena suizo-italiana y desemboca en el Ródano cerca de Martigny, y del Trient, que sale de entre su laberinto de montañas salvajes á engrosar el mismo Ródano un poco mas abajo de la confluencia del Dranza.

Es curioso ver el contraste que forman allí los acicalados dandys ingleses con los paisanos berneses, y los vestidos encantadores de las hijas del país, llenos de gracia, candor y originalidad, con los ampulosos y espléndidos trajes de seda ó de ricos linones que arrastran allí las leonas de Lóndres y Paris, barriendo el suelo con sus colas pontificales, y ofreciendo al viento de los nevados solitarios materia para trabajar con brio en las monumentales crinolinas.

En efecto, los Berneses han comprendido la lógica de los deberes sociales, reconociendo que, si el interes de la instruccion primaria es altamente político y social, desde el momento en que la sociedad interviene en la materia, concediendo la enseñanza popular gratúita, es inevitable hacer obligatoria la instruccion, como lo son el servicio militar de todos los ciudadanos, el pago de las contribuciones, etc.

Sinembargo, no puede decirse en rigor que lo que hablan los Berneses en su gran mayoría es aleman, sino mas bien un dialecto de la opulenta y complicada lengua alemana, mucho mas análogo al que se habla en las comarcas del Danubio que al aleman castizo de las bajas regiones de Hanóver, Brémen y Berlin.

Unas veces la diligencia rueda suavemente por entre tupidos bosques, basílicas perfumadas de verde y blando tapiz y elegantísima techumbre, donde la mirada se siente como aprisionada entre artesonados de verdura aérea coronando interminables columnatas de color gris ó rojizo, como parecen los mástiles de los abetos y pinos; otras se desciende al fondo de un estrecho vallecito lleno de aromas y rumores salvajes, ó salpicado de chalets y sementeras, ó colmenas de abejas domesticadas, que le dan el aspecto de un huerto caprichoso y variado; otras, en fin, al trepar á una eminencia, sobre alguna de las mas altas montañas, ó al pasar por delante de una abra de los grupos ó cordones que las forman, se registra un vasto horizonte que abarca toda la Suiza central, y se ve á lo léjos, al S.S.-E., el grandioso anfiteatro de montañas graníticas y nevadas de los Alpes berneses.

Cada oso tiene su nombre y sus partidarios: los Berneses los admiran con deleite como maravillas, y el extranjero que se atreviese a burlarse de la institucion, ó á injuriar á un oso ó negarle sus méritos, sería mirado como enemigo del país y del honor nacional.