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En las corroídas masas de hierro del castillo y en los gallardetes que ondean en los barcos que de continuo hacen carga en la ensenada de Calilayan, se ve la síntesis de dos civilizaciones; la primera está escrita á la rojiza tea de la morisma, la segunda registra sus anales en las serenas y tranquilas regiones del trabajo.

No he de citar éstos, pero mencionaré el caso que registra la crónica de un esclavo que, habiendo huído, don Pedro Amesqueta prendió á su amo y le echó una fuerte multa, lo cual, sabido por el berberisco, que berberisco era, se presentó voluntariamente para que su dueño fuese puesto en libertad, acto que tanta impresión produjo, que la dura justicia de entonces se vió obligada á usar alguna vez de la clemencia y dejó libre al dueño, y al infeliz también le puso en libertad.

Desde este se registra cómodamente la obra antigua con su alero de canes carcomidos, y el ábside octógono que forma la capilla de Nuestra Señora del Rosario, del siglo XV. Nada mas gracioso que la combinacion de nervios de la bóveda de esta capilla, cuya forma de estrella cuadra tan perfectamente á una de las advocaciones mas ideales que á Nuestra Señora su santa letanía. Los padres de Sto.

Terribles y misteriosos naufragios registra la historia de la equinoccial de Setiembre. Los puertos de China, del Japón y de Filipinas guardan escritos en informes restos, imperecederas memorias de fenómenos pasados que nos hacen temer por los venideros.

Si alguien se interpusiera entre ella y yo... Es horrible, es algo que me acerca a una brutalidad inferior, a los casos de impulso ciego, inconsciente, de la gente del pueblo... los crímenes pasionales que registra todos los días, en los periódicos, la sección "Policía", el suceso común del hombre que se ha enamorado de una criatura de quince años, de clase humilde como él, la ha festejado y perseguido con insistencia desesperada, bestial, contra la oposición de los padres y la completa indiferencia de ella; y un día se pone en acecho, como una fiera; cuando ella sale, para hacer algún mandado, la detiene.

Vuela de flor en flor, como decía, sacando de cada parte sólo el jugo que necesita: repáresela de noche; indudablemente ve como las aves nocturnas: registra los más recónditos rincones, y donde pone el ojo pone el gancho, parecida en esto a muchas personas de más decente categoría que ella, su gancho es parte integrante de su persona; es en realidad su sexto dedo, y le sirve como la trompa al elefante; dotado de una sensibilidad y de un tacto exquisitos, palpa, desenvuelve, encuentra; y entonces, por un sentimiento simultáneo, por una relación simpática que existe entre la trapera y su gancho, el objeto útil, no bien es encontrado ya está en el cesto.

Las sangrientas conmociones que registra la historia de Tayabas, no obedecen á otro móvil que al religioso culto que rinden á lo suyo. Todo lo que tiene el tayabense de díscolo, tiene de humilde y obediente, acudiendo á cualquier llamamiento que se haga á sus sentimientos, sabiéndolo llevar. La provincia de Tayabas es la más fácil y difícil de gobernar.

Salamanca no tiene que salir de su escritorio, para explotar las minas de las Californias; para Salamanca son Californias todos los países; las Californias van consigo. Salamanca seria el carácter más extenso, uno de los genios más grandes del siglo xix, que es el siglo más grande que registra la historia del mundo, si no le faltasen dos cosas. ¿Le faltan dos cosas? preguntará el lector.

Por último, cierran el cuadro de la ciudad las alegres casas campestres, las quintas elegantes, las grandes fábricas y la estacion del ferrocarril, es decir, las señales de la civilizacion moderna, que significa igualmente actividad y comodidad. Al extender la mirada ¡qué paisaje tan vasto y admirable se registra!

El caserío es bueno, destacándose por la solidez de su fábrica, la iglesia y convento. Los muros de estas obras tienen de doce á quince pies de espesor. El Tribunal lo componen dos cuerpos, el uno antiguo y el otro moderno, en el último hay un salón de los más grandes que hemos visto en Filipinas. Atimonan tiene 8.790 almas, tributan 4.262 en las 46 cabecerías que registra.