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Viéndose, pues, solos, la doncella prosiguió diciendo: «Yo, señores, soy hija de Pedro Pérez Mazorca, arrendador de las lanas deste lugar, el cual suele muchas veces ir en casa de mi padre

Hízolo así Roger y el abad continuó diciendo, después de reflexionar algunos momentos: Veinte años hace que tu padre, el arrendador de la granja de Munster, murió, dejando valiosos cortijos y terrenos á la abadía y dejándonos también á su hijo menor, niño de pocos meses, á condición de criarlo y educarlo en el monasterio.

La mala reputación del arrendador de Munster data de antiguo, y quiera Dios que no sea él quien logre apartarte del buen camino que has seguido hasta ahora.

Ya sabes , amigo, que decía mi madre que era menester vivir mucho para ver mucho: dígolo porque pienso ver más si vivo más; porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero, que son oficios que, aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin en fin, siempre tienen y manejan dineros.

Siempre me acuerdo de sus privaciones cuando pretendo quejarme de mi suerte. ¡Que Dios auxilie a esta pobre anciana! Mi madre me ha contado esta noche muchas cosas referentes a Mme. de Reyniere, viuda de su arrendador y algo parienta nuestra.

La canción de Vilinch era un diálogo amoroso entre el propietario de un caserío y la hija del arrendador, a quien trata de conquistar.

En casa dicen misa en un rico oratorio, y yo en todo este tiempo no he visto que el sol del cielo de día, y la luna y las estrellas de noche, ni qué son calles, plazas, ni templos, ni aun hombres, fuera de mi padre y de un hermano mío, y de Pedro Pérez el arrendador, que, por entrar de ordinario en mi casa, se me antojó decir que era mi padre, por no declarar el mío.

Raro es el colono montañés que al poco tiempo de establecido no posea, como producto de sus aparcerías, una pareja apta para las labores del campo, algún novillo uncidero, es decir, capaz de ser uncido, ó cualquiera otra res vacuna; pero en absoluta propiedad y sin que el arrendador de sus haciendas tenga que intervenir en su venta, cambio ó emparejamiento; casos en los cuales el colono, por lo que le va en ello, pone los cinco sentidos y emplea la mayor solemnidad posible.

Para llegar hasta Herminia sin permiso y sin entrar por la puerta grande, había que escalar el muro, franquear el foso y atravesar el parque, y el guarda, prevenido, rondaría constantemente. El arrendador de la hacienda le había prestado un perro que vigilaba de día y era feroz de noche. Por último, Clementina llamaría á Bobart en su ayuda.