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Actualizado: 18 de junio de 2025


¿Dónde están los espejos? preguntó el P. Camorra. Ben Zayb miraba y miraba, palpaba la mesa, levantaba el paño, y se llevaba de cuando en cuando la mano á la frente como para recordar algo. ¿Se le ha perdido algo? preguntó Mr. Leeds. Los espejos, mister, ¿dónde están los espejos? Los de usted no donde estarán, los míos los tengo en la Fonda... ¿quiere usted mirarse?

Cualquiera diría, repuso Ben Zayb que estaba de ocurrencias aquella noche, que ese chino es Quiroga, pero observándole bien se parece al P. Irene. ¿Y qué me dicen ustedes de ese indio-inglés? ¡se parece á Simoun! Resonaron nuevas carcajadas. El P. Irene se frotó la nariz. ¡Es verdad! ¡Es verdad! ¡Si es el mismo! ¿Pero dónde está Simoun? ¡que lo compre Simoun!

Venía una deslumbrante señorita que atraía la admiracion de toda la plaza; el P. Camorra, no cabiendo en de gozo, tomó el brazo de Ben Zayb por el de la joven. Era la Paulita Gomez, la elegante entre las elegantes que acompañaba Isagani; detrás seguía doña Victorina.

Pero ni Simoun, ni Ben Zayb, ni el P. Irene, ni el P. Camorra la sabían y pidieron el cuento unos por guasa y otros por verdadera curiosidad. El clérigo, adoptando el mismo tono guason con que algunos se lo pedían, como un aya cuenta un cuento á los niños dijo: Pues érase un estudiante que había dado palabra de casamiento á una joven de su país, y de la que al parecer no se volvió á acordar.

Ben Zayb, á fuer de periodista, quería buscar una explicacion natural; el P. Camorra hablaba del diablo; el P. Irene sonreía, el P. Salví se mantenía grave. Pero, Padre, si el diablo ya no viene; nos bastamos para condenarnos... De otro modo no se puede explicar... Si la ciencia... ¡Dale con la ciencia! ¡puñales! Pero, escúcheme usted, voy á demostrárselo. Todo es cuestion de óptica.

¡No puede ser! decía Ben Zayb; cállese usted... ¡no sabe lo que se dice! ¡Que no lo he de saber, puñales! ¡No sea usted tonto!... los ladrones debían ser más... ¡Hombre! el chupa-tintas éste... Tuvieron un buen altercado. Lo principal para Ben Zayb era no soltar el artículo, dar proporciones al hecho para que resulte la peroracion. Cortó la discusion un susurro.

Los bandidos sacaron más de dos mil pesos, dejaron mal herido á un religioso y á dos criados... El cura se defendió como pudo detrás de una silla, que quedó rota en sus manos... ¡Espere, espere! decía Ben Zayb tomando notas; cuarenta o cincuenta tulisanes traidoramente... revólvers, bolos, escopetas, pistolas... leon esgrimiendo, silla... astillas... herido bárbaramente... diez mil pesos...

Tentado estuvo de dejar á sus compañeros y seguir á la joven. Ben Zayb á duras penas pudo disuadirle. Paulita seguía andando y se veía su hermoso perfil, su pequeña cabeza graciosamente peinada moverse con natural coquetería. Nuestros paseantes continuaron su camino no sin suspiros de parte del fraile-artillero, y llegaron á una tienda rodeada de curiosos, que facilmente les cedieron sus puestos.

El P. Camorra estaba en su quinto cielo viendo tantas muchachas bonitas; se paraba, volvía la cabeza, le daba un empujon á Ben Zayb, castañeteaba con la lengua, juraba y decía: ¿Y esa, y esa, chupa-tintas? y de aquella, ¿qué me dices? En su contento se ponía á tutear á su amigo y adversario.

Le digo á usted, Ben Zayb, continuaba don Custodio sacudiéndole al escritor del brazo; todo el mal aquí está en que no se consulta á las personas que tienen larga residencia. Un proyecto con grandes palabras y sobre todo con un gran presupuesto, con un presupuesto en cantidades redondas, alucina y se acepta en seguida... ¡por esto!

Palabra del Dia

rigoleto

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