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El P. Camorra echó el cuerpo hácia atrás como si tuviese asco, el P. Salví la miró de cerca como si le atrajesen las cosas sepulcrales; el P. Irene sonreía con la sonrisa del inteligente; D. Custodio afectaba gravedad y desden, y Ben Zayb buscaba su espejo; allí debía estar, pues de espejos se trataba. ¡Como huele á cadaver! dijo una señora; ¡puff! Y se abanicó furiosamente.

¡Huele á cuarenta siglos! observó uno con énfasis. Ben Zayb se olvidó del espejo para ver quien había dicho aquella frase. Era un militar que había leido la historia de Napoleon. Ben Zayb le tuvo envidia y para soltar otra frase que molestase en algo al P. Camorra, dijo: ¡Huele á Iglesia!

Ben Zayb dió gracias al «Omnipotente que vela por tan preciosa vida» y ha manifestado la esperanza de que el Altísimo hará que un día se descubra al criminal, cuyo delito permanece impune gracias á la caridad de la víctima, que observa demasiado las palabras del Gran Mártir: ¡Padre, perdónalos que no saben lo que hacenEstas y otras cosas más decía Ben Zayb en impreso, mientras que de boca indagaba si era cierto el rumor de que el opulento joyero iba á dar una gran fiesta, un banquete como jamás se ha visto otro, parte como celebrando su curacion, parte como una despedida al país en donde había aumentado su fortuna.

¡Eso, puñales, eso precisamente, eso iba yo á decir,! exclamó el fraile-artillero pegando puñetazos en los brazos de su silla de caña; ¡eso, el puente del Capricho y los hombres de ciencia; eso iba yo á decir, P. Salví, puñales! Ben Zayb se quedó callado, medio sonriendo, bien sea por respeto ó porque realmente no supiese qué replicar, y sin embargo, ¡él era la única cabeza pensante en Filipinas!

Ben Zayb tuvo inspiracion de profeta al sostener días pasados en su periódico que la instruccion era funesta, funestísima para las Islas Filipinas: ahora en vista de los acontecimientos de aquel viernes de las pasquinadas, cacareaba el escritor y cantaba su triunfo, dejando tamañito y confuso á su adversario Horatius, que se había atrevido á ridiculizarle en la seccion de Pirotecnia de la manera siguiente: De nuestro colega El Grito: «La instruccion es funesta, ¡funestísima para las Islas Filipinas

Pero, ¡puñales! ¿no usted el título, la prensa filipina? ¡Ese instrumento con que plancha la vieja, aquí se llama prensa! Todos se echaron á reir y el mismo Ben Zayb se rió de buena gana.