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Actualizado: 18 de junio de 2025


Tanto sacrificio no podía quedar sin recompensa. El dios de los periodistas estaba satisfecho de Abraham-Ben Zayb. Casi al mismo tiempo vino el angel gacetillero trayendo el cordero bajo la forma de un asalto, cometido en una quinta á orillas del Pasig, en donde ciertos frailes pasaban la época del calor. ¡Aquella era la ocasion y Abraham-Ben Zayb alabó á su dios!

Grandes anuncios cubrían las paredes de las casas, misteriosos y fúnebres, que excitaban la curiosidad. Ni Ben Zayb, ni el P. Camorra, ni el P. Irene, ni el P. Salví la habían visto aun; solo Juanito Pelaez estuvo á verla una noche y contaba en el grupo su admiracion.

No hace aun veinte años el río pasaba casi besando la entrada misma de la cueva, pero poco á poco se va retirando de ella como se va olvidando su memoria entre los indios. ¡Bonita leyenda! dijo Ben Zayb, voy á escribir un artículo. ¡Es sentimental!

Don Custodio le hablaba de moralidad, de religion, buenas costumbres, etc. Pero, balbuceaba el escritor, si nuestros sainetes con sus juegos de palabras y frases de doble sentido... ¡Pero al menos están en castellano! le interrumpía gritando el virtuoso concejal, encendido en santa ira; ¡¡¡obscenidades en francés, hombre, Ben Zayb, por Dios, en francés!!! ¡Eso, jamás!

Más allá fué donde perdieron su traza y un poco más lejos, cerca de la orilla, descubrieron algo como color de sangre... Y ¡precisamente! hoy hace trece años, día por día, que esto ha sucedido. ¿De manera que su cadáver?... preguntó Ben Zayb. Se vino á reunir con el de su padre, contestó el P. Sibyla; ¿no era tambien otro filibustero, P. Salví?

El P. Camorra que ya se había olvidado de Paulita, notó la intencion y preguntó á su vez: Y ¿á quién se parece esta otra figura, Ben Zayb? Y se echó á reir con su risa de paleto. Era una vieja tuerta, desgreñada, sentada sobre el suelo como los ídolos indios, planchando ropas.

Simoun había desaparecido, nadie le había visto. ¡Puñales! dijo el P. Camorra; ¡que tacaño es el americano! Teme que le hagamos pagar la entrada de todos en el gabinete de Mr. Leeds. ¡Quiá! contestó Ben Zayb; lo que teme es que le comprometan. Habrá presentido la guasa que le espera á su amigo Mr. Leeds y se desentiende.

Ahora tenía él razon, él, ¡Ben Zayb! ¡Si es el único que piensa en Filipinas, el único que prevé los acontecimientos!

A propósito, Capitan, dijo Ben Zayb volviéndose; ¿sabe usted en qué parte del lago fué muerto un tal Guevara, Navarra, ó Ibarra? Todos miraron al Capitan menos Simoun que volvió la cabeza á otra parte como para buscar algo en la orilla. ¡Ay ! dijo doña Victorina, ¿dónde, Capitan? ¿habrá dejado huellas en el agua?

Acordóse de Ben Zayb para pedirle noticias, mas, al encontrarle armado hasta los dientes y sirviéndose de dos revólvers cargados como de pesa-papeles, Quiroga se despidió lo más pronto que pudo y se metió en su casa, acostándose so pretesto de que se sentía mal. A las cuatro de la tarde ya no se hablaba de simples pasquinadas.

Palabra del Dia

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