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Actualizado: 18 de junio de 2025
Esta frase suya hizo fortuna y por mucho tiempo Ben Zayb la estuvo parafraseando y con él toda Manila, la Manila pensadora la celebraba; la frase llegó hasta la Corte, se citó en el Parlamento como de un liberal de larga residencia, etc., etc., etc., y los frailes, honrados con la comparacion y viendo afianzado su prestigio, le enviaron arrobas de chocolate, regalo que devolvió el incorruptible don Custodio, cuya virtud inmediatamente Ben Zayb comparó con la de Epaminondas.
Pero, donde la animacion y el apuro llegaban á su colmo, era en las redacciones de los periódicos; Ben Zayb, señalado como crítico y traductor del argumento, temblaba como una pobre mujer acusada de brujería; veía á sus enemigos cazándole los gazapos y echándole en cara sus pocos conocimientos de francés.
Simoun, por lo demás, permanecía impenetrable; se había vuelto menos comunicativo aun, se dejaba ver poco, y sonreía misteriosamente cuando le hablaban de la anunciada fiesta. Vamos, señor Simbad, le había dicho una vez Ben Zayb; ¡deslúmbrenos usted con algo yankee! Ea, que algo le debe á este país. ¡Sin duda alguna! respondía con su seca sonrisa. Echará usted la casa por la ventana, ¿eh?
¡Memento, homo, quia pulvis es! murmuró el P. Irene sonriendo. ¡P ! soltó Ben Zayb. El tenía preparada la misma reflexion y el canónigo se la quitaba de la boca. No sabiendo qué hacer, prosiguió Mr. Leeds cerrando cuidadosamente la caja, examiné el papiro y ví dos palabras de sentido para mí desconocido.
Esos sí que son entierros baratos, P. Camorra, ¿éh? dijo Ben Zayb. Siempre he dicho yo que son filibusteros los que no pagan entierros pomposos, contestó el aludido riendo con la mayor alegría. Pero ¿qué le pasa á usted, señor Simoun? preguntó Ben Zayb viendo al joyero, inmóvil y meditabundo. ¿Está usted mareado, ¡usted, viajero! y en una gota de agua como esta?
Vino una discusion en que todos, olvidándose del Capitan General, intervinieron; hablaban á la vez, gritaban, no se entendían, se contradecían; Ben Zayb las tenía con el P. Camorra y se enseñaban los puños, el uno hablaba de gansos y el otro de chupa-tintas, el P. Sibyla hablaba del Capítulo y el P. Fernandez, de la Summa de Sto.
¡Qué moza, qué moza! murmuraba el P. Camorra arrebatado. Vamos, Padre, ¡pellízquese el vientre y déjenos en paz! decía mal humorado Ben Zayb. ¡Qué moza, qué moza! repetía; y tiene por novio á mi estudiante, ¡el de los empujones! ¡Fortuna tiene que no sea de mi pueblo! añadió despues volviendo varias veces la cabeza para seguirla con la mirada.
Ninguna alusion, sin embargo, apareció en los periódicos de los días sucesivos, los cuales se ocuparon de caidas y resbalones, ocasionados por cáscaras de plátanos, y, como falto de noticias, el mismo Ben Zayb tuvo que comentar largamente cierto ciclon que en América destruyó pueblos y causó la muerte á más de dos mil personas.
¡Bum-bum-bum! ¡qué se abra el telon! ¡bum-bum-bum! Los artilleros no eran los menos alborotadores. Los émulos de Marte, como los llama Ben Zayb, no se contentaban con esta música; creyéndose tal vez en una plaza de toros, saludaban á las señoras que pasaban delante de ellos con frases que por eufemismo se llaman en Madrid flores cuando á veces se parecen á humeante basura.
Inmediatamente que se enteró del acontecimiento cuando trajeron luces y vió las poco correctas posturas de los dioses sorprendidos, Ben Zayb, lleno de indignacion y ya con la aprobacion del fiscal de imprenta, fué corriendo á su casa un entresuelo en donde vivía en república con otros para escribir el artículo más sublime que jamás se haya leido bajo el cielo de Filipinas: el Capitan General se marcharía desconsolado si antes no se enteraba de sus ditirambos y esto, Ben Zayb que tenía buen corazon, no lo podía permitir.
Palabra del Dia
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