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Actualizado: 10 de noviembre de 2025


¡Ah! maldiga Dios las mujeres... pero como estoy seguro que ni frailes capuchinos son capaces de convencer á un enamorado como vos... ¿Y la reina...? Dios guarde á su majestad. Seamos nosotros la mano de Dios.

Bien os concederé yo que, casi cuantas se representan en esos teatros, son de esa manera; mas no me negaréis vos que son hechas contra razón, contra naturaleza y contra el arte

Viendo, pues, que no parecía, dijo el regidor que le había visto al otro: ''Mirad, compadre: una traza me ha venido al pensamiento, con la cual sin duda alguna podremos descubrir este animal, aunque esté metido en las entrañas de la tierra, no que del monte; y es que yo rebuznar maravillosamente; y si vos sabéis algún tanto, dad el hecho por concluido''. ¿Algún tanto decís, compadre? -dijo el otro-; por Dios, que no la ventaja a nadie, ni aun a los mesmos asnos''. ''Ahora lo veremos -respondió el regidor segundo-, porque tengo determinado que os vais vos por una parte del monte y yo por otra, de modo que le rodeemos y andemos todo, y de trecho en trecho rebuznaréis vos y rebuznaré yo, y no podrá ser menos sino que el asno nos oya y nos responda, si es que está en el monte''. A lo que respondió el dueño del jumento: ''Digo, compadre, que la traza es excelente y digna de vuestro gran ingenio''. Y, dividiéndose los dos según el acuerdo, sucedió que casi a un mesmo tiempo rebuznaron, y cada uno engañado del rebuzno del otro, acudieron a buscarse, pensando que ya el jumento había parecido; y, en viéndose, dijo el perdidoso: ¿Es posible, compadre, que no fue mi asno el que rebuznó? ''No fue, sino yo'', respondió el otro.

No la habéis tenido nunca. Yo no tengo hija. Vuestra difunta fué muy dada á criar pajes. ¡Ah! y por último, yo no tengo sobrino. Vuestro sobrino... he ahí, he ahí la causa de todo; malhaya amén vuestro sobrino... Si vos no tuviérais ese sobrino... Es que no le tengo. Le habéis tenido; y vos... vos tenéis la culpa... si hubiérais estado en el alcázar antes de anoche.

Temió que, replegado á la pared contra la puerta de una casa, teniendo inmediatamente pegada á á las espaldas para protegerla de todo ataque de costado á doña Clara, no la hubiese alcanzado algún golpe del bufón. ¡Una luz, una luz! exclamó Quevedo . ¿No traéis con vosotros una luz para ver lo que ha acontecido á doña Clara? ¡Cómo! ¿Está doña Clara con vos? dijo el padre Aliaga.

No; no, señora: y si os lo revelo á vos, es porque su majestad la reina... ¡La reina!... Ya que se ha dignado favorecer á mi sobrino... á don Juan Girón, quiero decir... debe satisfacerla que alienta en sus venas la generosa sangre de los Girones.

-En casa os las mostraré, mujer -dijo Panza-, y por agora estad contenta, que, siendo Dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar aventuras, vos me veréis presto conde o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí, sino la mejor que pueda hallarse. -Quiéralo así el cielo, marido mío; que bien lo habemos menester. Mas, decidme: ¿qué es eso de ínsulas, que no lo entiendo?

Decid, pues, á vuestro confesor, que el santo de vuestra devoción se os ha aparecido... ¡Una mentira sacrílega! ¡Para salvar el honor de una ilustre familia! ¡para salvar vuestro perdido honor! Seguid, seguid. Diréis que el santo os ha revelado que vuestro esposo está en el purgatorio. ¡Ah! Que para salir de él, necesita que vos hagáis un año de penitencia... No os comprendo aún.

Tan conmigo estaba, que reñía al mismo tiempo con otro hombre que sin duda servía á don Rodrigo. ¿Sabe don Francisco lo de las cartas? ¡Ah! no, señora; por mi boca no lo sabe nadie más que vos. Permitidme que os lo pregunte otra vez. ¿No habéis leído esas cartas?

Vos y vuestros amigos váis á caer al empuje de los más afamados caballeros de León y Castilla. Manda esa fuerza un hermano de nuestro rey, y sin contar los gloriosos pendones de Calatrava y de Santiago, veo allí los de Albornoz, Toledo, Cazorla, Rodríguez Tavera y tantos otros, amén de los de muchos nobles aragoneses y franceses. No se hizo esperar el ataque.

Palabra del Dia

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