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No comprendo, tío. ¿Cómo me predicáis dignidad, cuando el gobierno tiene tan poca? No veo la relación... ¿Qué nueva locura es esa? ¿No decís tío, que el gobierno pasa el tiempo jugando al volante? La verdad es que tal conducta en un gobierno es una falta de dignidad. Y entonces, ¿por qué los simples particulares hemos de tener más que los ministros y los senadores? Mi tío se echó a reír.

¡Vaya! dijo; que el secretario ponga un volante al teniente de la Guardia Civil, ¡para que le suelten! ¡No dirán que no somos clementes ni misericordiosos! Y miró á Ben Zayb. El periodista pestañeó. De mala gana y con los ojos casi llorosos iba Plácido Penitente por la Escolta para dirigirse á la Universidad de Santo Tomás.

Si Taboada debía ser sagrado para aquellos hombres, ¿qué podían hacer con él? Miré repetidas veces hacia el lugar donde sabía que estaba la casa de Olga, pero no alcancé á verla, pues me la ocultaban los árboles. El general abandonó el volante, cambiando de sitio con su chófer. La habilidad de éste le inspiraba, sin duda, más confianza que su propia habilidad.

El manotazo á la primera máquina volante que le había explorado con sus luces, así como la curiosidad de Gillespie, que le permitió descubrir por encima del bosque todas las evoluciones de la flotilla luminosa, aconsejaron la necesidad de un ataque brusco y rápido.

Este al perder el equilibrio, instintivamente, para recobrarlo haciendo contrapeso, echó hacia atrás el otro brazo puesto en alto, mas con tan mala suerte, que alcanzándoselo un radio del volante le partió el hueso por más arriba de la mano. El muchacho dijo luego que, a pesar del terror, oyó un crugido como cuando se parte una astilla de un hachazo.

ROSALÍA. ¡Oh!... camisetas tengo de dos o tres clases... MILAGROS. Falda de raso rosa, tocando al suelo, adornada con un volante cubierto de encaje. ¡Qué cosa más chic! Sobre el mismo van ocho cintas de terciopelo negro. ROSALÍA. ¿Y bullones? MILAGROS. Cuatro órdenes.

Puso el dedo en el timbre, acudió un criado y no tardaron en servirle café con leche y picatostes en un primoroso juego de plata. Se sentó delante de una mesilla volante mientras su marido se dejó caer en un diván de raso azul bordado en blanco. Y hablaron largamente de la casa de Madrid aún no terminada. Reynoso daba pormenores del decorado, consultaba el asunto del mobiliario.

En una hoja volante, titulada Carta de un cortesano á uno de los señores obispos destos reynos, Madrid y noviembre 18 de 1623, se dice: Han dado hábito á Don Diego Ximénez de Enciso, veinte i quatro de Sevilla. Montalván, en su Para todos, celebra particularmente Los Médicis de Florencia, de Enciso, que califica de regla y arquetipo de todas las grandes comedias. Baena: Hijos ilustres de Madrid.

No se trata ahora de allá, sino de acá respondió el cura. Vuelta á cuchichear los tres. D. Primitivo parecía sumamente interesado en la conversación y movía los gigantescos brazos cual si sirviesen de volante á sus ojos carniceros, que rodaban por las órbitas con pavorosa velocidad.

La operación, pasados los cuarenta días de penitencia, terminaba por escribir en un papelito, como los de cigarro, ciertas palabras mágicas que él sabía, él solo; luego se soltaba el papelito en el aire, y mientras el viento lo llevaba de aquí para allá, ella y él rezarían devotamente oraciones mochas, sin quitar los ojos del papel volante.