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Actualizado: 8 de mayo de 2025
¡Qué disparate! protestaba el general . Los candidatos militares atribuirían al gobierno la muerte de Taboada; la gente que ahora se ríe de él lo veneraría como un mártir. No; dejemos de pensar en ese hombre. Y yo adivinaba que seguía pensando en él, con su gesto reconcentrado é inquietante que hacía decir á las gentes: «Castillejo, muy malo como enemigo.»
Si Taboada debía ser sagrado para aquellos hombres, ¿qué podían hacer con él? Miré repetidas veces hacia el lugar donde sabía que estaba la casa de Olga, pero no alcancé á verla, pues me la ocultaban los árboles. El general abandonó el volante, cambiando de sitio con su chófer. La habilidad de éste le inspiraba, sin duda, más confianza que su propia habilidad.
Al día siguiente todos los periódicos hablaron de la muerte casual del pobre Taboada cuando se dirigía á su domicilio. El suceso dió tema para declamaciones contra la barbarie de los automovilistas que marchan á toda velocidad por las calles, matando al pacífico transeúnte.
Seguido de sus apóstoles (dos docenas de inocentes, poseedores de una audacia loca), Taboada iba pronunciando discursos contra el gobierno, que pretendía imponer á la fuerza su candidato, y contra los otros candidatos, generales que no valían más que su contrincante.
El objeto de sus preocupaciones era un joven, casi de su edad, el ingeniero Taboada, que se había educado en los Estados Unidos y tenía la pretensión de exigir que se implantase de golpe en Méjico todo el sistema democrático, con su respeto á la ley y á las opiniones ajenas, que había conocido en la vecina República.
El pobre Taboada estaría, sin duda, en aquellos momentos hablando á Olga de sus ilusiones y sus esperanzas, sin sospechar que la muerte le aguardaba en la calle. Debéis mirarlo como persona sagrada oí que decía el general en voz baja . ¡Únicamente en caso de que escapase!... Se trastornó todo el edificio de suposiciones elevado por mi inducción.
Pero la vaporosa criatura, harta sin duda de las magnificencias del saqueo, quería mostrarse ahora desinteresada, prefiriendo á los hombres pobres y perseguidos, sin duda porque todos los que la rodeaban eran ricos, fanfarrones é insolentes. Y por esta necesidad de cambio y de contraste, abandonó á nuestro general, enamorándose de Taboada.
Palabra del Dia
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