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Actualizado: 15 de julio de 2025
¿Una carta? dijo Lázaro vivamente. Si; me la dió aquel viejo feo, feo, feo.... ¿Dónde está la carta? ¿La carta ... la carta...? No sé. Yo la tenía en el bolsillo. ¿Dónde está tu ropa? No sé ... La carta ... ¡Ah!, ya me acuerdo ... la rompí toda, y la hice unos pedacitos muy chicos, muy chicos.
Esto, como era de esperar, había excitado vivamente las conciencias timoratas, encendiendo en las provincias del Norte, más religiosas de suyo y más apegadas a nuestra tradición, una obstinada y sangrienta guerra civil que amenazaba concluir con el orden político establecido y de paso con nuestra riqueza y prestigio.
¿Para qué, madre mía? dijo vivamente la señorita Margarita, que hasta entonces no había parecido prestar atención alguna al incidente. Pero, hija mía, no puede ser que esa niña no comprenda bien todo el placer que yo tendría y que debe tener ella en correr con los pies desnudos sobre el polvo, y creo conveniente por lo que pueda suceder, dejarle un pequeño recuerdo.
Y, sin darme cuenta de ello, dirigí mis ojos al palco que algunos años antes había excitado vivamente mi curiosidad. ¡Cuál fue mi sorpresa! también estaba desocupado aquella noche; de cuantos había en el teatro, era el único que se encontraba vacío.
Á pesar de mi resentimiento fuí á ver á tu madre y por desgracia ésta me confirmó en lo que había oído... ¡Qué sabe mi madre lo que dice! exclamó la joven con creciente irritación. Sí; he podido averiguar que no sólo te hacía desprecios, sino que ha llegado á levantarte la mano... ¿Ha dicho mi madre eso? preguntó ella vivamente con el semblante demudado. No, no se apresuró á responder el joven.
Confundida con otras compañeras en un grupo que estaba a la puerta del comedor, la siguió con sus miradas, y se puso en acecho junto a la escalera para verla de cerca cuando bajase, y se le quedó, por fin, aquella simpática imagen vivamente estampada en la memoria. La impresión moral que recibió la samaritana era tan compleja, que ella misma no se daba cuenta de lo que sentía.
Tan ciertos estamos de la sensacion que nos causa un ruido cualquiera como de la producida por la presencia de un objeto á nuestros ojos, de un cuerpo oloroso cercano al olfato, de uno sabroso aplicado al paladar, ó de otro que afecte vivamente el tacto.
Sus ojos se llenan de lágrimas. Confusa, vuelve la cabeza. Después se levanta vivamente y pregunta: ¿No tienes ganas? No. Luego continúa. Ven conmigo al jardín. Conozco una espesura donde se está muy bien para hablar. Allá, en el extremo de la alameda. Es también mi lugar favorito.
Ella dice que sí. ¿Te gustan las rosas? continúa él. La joven vuelve los ojos hacia él. «¡Como si no lo supieras!» dice su mirada. Oye agrega él vivamente. ¿Por qué no pones ya flores en mi cuarto? Ella no responde. ¿Porque no las merezco? Me lo ha prohibido él balbucea Gertrudis. ¡Ah! eso es otra cosa dice Juan, desconcertado. La conversación termina de pronto.
Su señor padre, el duque de La Tour de Embleuse, que me honra con su amistad... ¿Usted conoce a mi padre, señora? interrumpió vivamente Germana . ¿Hace poco que lo ha visto usted? Hace ocho días. Permítame, pues, que la bese. ¡Mi pobre padre! ¿Cómo está? Nos escribe rara vez. Deme noticias de mi madre. La señora Chermidy se mordió los labios.
Palabra del Dia
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