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Ricardo se está vistiendo; pero Melchor duerme todavía. ¿Duerme todavía?... Sabe que es raro. Lo he despertado dos veces y se ha vuelto a dormir. Y... ¿se anima a ir a caballo? Hasta el «Paso»... es demasiado.

Llegados al puente, miró el arquero fijamente al noble capitán, saludó á la baronesa con una inclinación respetuosa y dijo: Perdonad, señor barón, pero á pesar de los años transcurridos os he reconocido al momento, y eso que hasta hoy no os había visto vistiendo terciopelo, sino yelmo y coselete.

Gallardo la devoraba con los ojos, abarcándola por entero con la exactitud de un buen conocedor que no olvida detalles. ¡Lo mismo que en Sevilla!... No; más hermosa tal vez, con la tentación de una larga ausencia. Se presentaba en elegante abandono, vistiendo una túnica exótica y con extrañas joyas, lo mismo que la vio él por vez primera en su casa de Sevilla.

A las ocho de la mañana se reunieron en casa del Gobernadorcillo, cómicas, cómicos y comparsas, vistiendo los trajes de más lujo que habían de lucir en la comedia. Tintay y Tenten con todo el acompañamiento de moras y cristianas, de reyes y emperadores, y de ejércitos fieles é infieles, asisten con todo el municipio á la función de iglesia, de aquí se dirigen al teatro y empieza la comedia.

Había entrado á caballo por la llamada calle principal, vistiendo un elegante traje de jinete y cubierta la cabeza con un casco blanco. Al ver á Watson echó pie á tierra para caminar junto á él, sosteniendo á su caballo de las riendas, al mismo tiempo que examinaba unos dibujos del americano. ¿Y Robledo, cuándo vuelve? preguntó. Creo que llegará de un momento á otro.

Un ruido de pasos en el inmediato corredor le hizo volver al presente. Era un vecino que se retiraba. Nélida no tardaría en presentarse, y era ridículo que él la recibiese vistiendo aún el smoking de la comida. Luego de desnudarse se cubrió con un pijama, tomó un libro, y esperó leyendo y fumando. El interés de la lectura se apoderó de él al poco rato.

Sor Antonia entraba, imponía silencio y les daba prisa. Oíase el esquilón de la capilla. El sacristán se había asomado varias veces por la reja de la sacristía que da al vestíbulo diciendo sucesivamente: «Todavía no ha venido don León...» «ya está ahí D. León...» «ya se está vistiendo». Oíanse en la parte alta los pasos de toda la comunidad que iba hacia el templo a oír la primera misa.

«Papá ha salido díjole no muy risueña . ¡Cuánto sentirá no verle a usted para que le cuente eso!... ¿Tuvo usted mucho miedo? Dice Juan que se metió usted debajo de un banco». ¡Ay, qué gracia! ¿Ha salido también Juan? No, se está vistiendo. Pase usted.

Un rato estuvo sentada en el sofá, oyéndole disparatar y aguardando a que avanzara un poco la mañana par avisar a doña Lupe. Antes de ir a lavarse, pasó por la alcoba de su tía, que ya estaba vistiendo, y le dijo: «Hoy está atroz... ¡pobrecito!... A ver si usted le puede calmar». Voy, voy allá... Veo que sin no os podéis gobernar. Si yo faltara... no quiero pensarlo.

Pero cuando Lagarmitte, con aire serio y solemne, vistiendo larga blusa gris, sombrero flexible, de color negro, que resaltaba sobre su cabellera blanca, y llevando colgada del hombro su enorme trompa, atravesó la cocina y asomose a la puerta de la sala, diciendo: «¡Los del Sarre llegan!», entonces toda aquella exaltación desapareció y los reunidos se levantaron, pensando en la terrible lucha que iba pronto a comenzar en la sierra.