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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
Y sin perder un momento, púsose a escribir a la marquesa de Villasis, dándole un juicio sobre los planes de Jacobo, que coincidía por completo con el dado ya por Diógenes, suplicándole que evitase a toda costa que Elvira y su marido se viesen, a fin de que este no pudiera engañarla, y encargándole también, con grandes instancias, que ahuyentara para siempre con algún recurso de su femenil ingenio a aquel desdichado que pretendía explotar a su infeliz mujer, con grave riesgo de su inocente hijo.
Eran ya las tres, y a las cuatro debían de llegar Jacobo Sabadell y la Albornoz y hubiera llegado también la Villasis si su providencial constipado no se lo estorbase. El prudente Butrón habíalos citado con una hora de intervalo, para poder preparar en aquella antejunta de íntimos lo que en presencia de los otros había de tratarse más tarde.
Currita sintió tal movimiento de gozo, que estuvo a pique de venderse... ¡Por fin triunfaba, y a pesar de su impasibilidad y no obstante sus marrullerías, hacía tragar al bendito padre todo el anzuelo!... Entre la marquesa de Villasis, la dama de mejor nombre de la corte, y el padre Cifuentes, el sacerdote de más prestigio, haría ella su entrada triunfal en el gremio de beatas aristocráticas, y una vez dentro, no bien tomase ella terreno, ya sabría reconquistar, palmo a palmo, los aplausos y las adulaciones, y colocarse de nuevo en el antiguo puesto perdido.
Pues por dos razones... La segunda, porque tú no querrías ir... Y la primera, porque María Villasis no querría que yo fuese dijo la Mazacán echándose a reír con todo su desparpajo. Justo replicó Currita . Lo mismo, lo mismo que don Simplicio Bobadilla Majaderano y Cabeza de Buey: «Puesto que Leonor renuncia a mi mano, renuncio a la mano de Leonor...».
Butrón tomó la palabra, extendiendo la peluda mano: Respondo de María Villasis dijo enérgicamente . Lo que tú dices es cierto, Beatriz; pero la pifia de Bravo Murillo la enmendé yo mismo... María acudió entonces a mí muy alarmada, pidiendo explicaciones categóricas, y yo la prometí solemnemente que la Restauración conservaría a todo trance la unidad católica como la joya más preciada de las glorias de España.
Esta dictó a Elvira una carta que había de entregar a Jacobo cuando se presentara en casa de su esposa; decíale en ella que asuntos muy urgentes le impedían esperarle en Biarritz, y que la marquesa de Villasis quedaba con amplios poderes para tratar con él toda clase de negocios, conformándose Elvira, desde luego, con lo que ambos concertaran.
Ella levantó la cabeza y fijó en la que así hablaba una mirada hosca, medrosa, que no parecía tener conciencia de la realidad y reflejaba como en dos vidrios profundos todos los asombros y todas las agonías... Reconoció al fin a la marquesa de Villasis, y el rostro de la pecadora, rojo de vergüenza por primera vez en su vida, ocultóse en el casto pecho de la mujer fuerte, balbuceando entre sollozos: ¡Sí, sí!... Adonde no me vea nadie... A Chamartín con mi hija...
Apeóse del coche y entró en el zaguán, creyendo encontrar allí alguna religiosa o algún portero a quien preguntar por la marquesa de Villasis o por el padre Cifuentes; mas sólo vio delante una empinada escalera dividida por en medio con un barandal de hierro que hacía veces de pasamanos.
Pues nada, hijo, que ha habido conjunción de pucheros y el de María Villasis triunfa. Será más delicado. ¡Pchs!... Bizcochitos de monja y tocino de cielo... Prefiero el de Curra: es más sustancioso. ¿Pues cuál es?... Olla podrida.
¡Pues me hace gracia!... ¡Valiente paladín le ha salido a la Elvirita!... ¿Y dónde han hecho ustedes su compadrazgo? Supongo que no será en el confesonario del padre Cifuentes. No, por cierto... La veo y la he sabido apreciar en casa de María Villasis, que es su amiga íntima.
Palabra del Dia
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