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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Las vigas del techo están ennegrecidas por el humo, y sobre al suelo sin alfombras ni tarimas, hay algunos ladrillos rotos en mil pedazos, en cuyos fragmentos se conocen las señales de los clavos que llevaban en los zapatos los campesinos, cuando convirtieron en sala de baile esta habitación.
Ningún ruido de fuera llegaba hasta allí; Hullin, después de tantas escenas tumultuosas, quedose sobrecogido por aquel profundo silencio, y miraba gavillas de paja amontonadas entre las vigas de la troje hasta cerca del techo, los rastrillos, los arados, los carros, que se perdían en la sombra de los cobertizos, con un sentimiento de paz y bienestar indefinibles.
Los peones, calados hasta los huesos, con su flacura en relieve por la ropa pegada al cuerpo, despeñaban las vigas por la barranca. Cada esfuerzo arrancaba un unísono grito de ánimo, y cuando la monstruosa viga rodaba dando tumbos y se hundía con un cañonazo en el agua, todos los peones lanzaban su ¡a...ijú! de triunfo.
Candiyú sacudió la cabeza, sonriendo al aparato y a su maquinista, alternativamente: ¡Mucha plata! No tengo. ¿Usted qué tiene, entonces? El hombre se sonrió de nuevo, sin responder. ¿Dónde usted vive? prosiguió míster Hall, evidentemente decidido a desprenderse de su gramófono. En el puerto. ¡Ah! yo conozco usted... ¿Usted llama Candiyú? Así es. ¿Y usted pesca vigas?
Es pasmoso dijo que usted entre y salga por aquí sin tropiezo. Me he criado en estos sitios y los conozco como mi propia casa. Aquí se siente frío; abríguese usted si tiene con qué. No tardaremos mucho en salir. Iba palpando con su mano derecha la pared, formada de vigas perpendiculares. Después dijo: Cuide usted de no tropezar en los carriles que hay en el suelo.
12 Y en el gran atrio alrededor había tres órdenes de piedras labradas, y un orden de vigas de cedro; y [así] el atrio interior de la Casa del SE
En ninguna parte del edificio se notaba como aquí la antigua prosperidad. El zaguán, enorme cual una plaza, podía admitir más de una docena de carrozas y todo un escuadrón de jinetes. Doce columnas algo panzudas, de mármol avellanado de la isla, sostenían los arcos de piedra cortada en piezas, sin revestimiento alguno, encima de los cuales extendíase el techo de vigas negras.
Su techo es frágil nipa, su suelo débil caña, sus vigas y columnas maderas sin labrar: nada vale, por cierto, mi rústica cabaña; más duerme en el regazo de la eterna montaña, y la canta y la arrulla, noche y día, el mar.
Las vigas no habían perdido el oro de la añosa pintura, y la faja de escudos nobiliarios, que corría en lo alto de las cuatro paredes, lucía intacto su tinte de gules y sinople. En el rincón más obscuro dormía un antiguo telar descompuesto.
En todas partes se fueron juntando las familias para defenderse, y haciendo ciudades en las rocas, o en medio de los lagos, que es lo que llaman ciudades lacustres, porque están sobre el agua las casas de troncos de árbol, puestas sobre pilares clavados en lo hondo, o sujetos con piedras al pie, para que el peso tuviese a flote las casas: y a veces juntaban con vigas unas casas con otras, y les ponían alrededor una palizada para defenderse de los vecinos que venían a pelear, o de los animales del monte: la cama era de yerba seca, las tazas eran de madera, las mesas y los asientos eran troncos de árboles.
Palabra del Dia
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